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Yo estoy con Escarlata

Martes, 16 de Junio de 2020

Hace pocos años, el jefe de policía de Baton Rouge, Louisiana, calificó a Black Lives Matter como grupo dedicado a provocar el odio. La afirmación procedía de un agente negro, pero, se piense lo que se piense, la realidad es que ahora sufrimos un vendaval peligroso de censura. En Estados Unidos, esta semana se ha llevado por delante la serie COPS que describe de manera real, directa y verídica el trabajo de la policía y Lo que el viento se llevó.

Lo de COPS era previsible porque, en los episodios, los policías se juegan la vida no pocas veces contra delincuentes negros en lugar de cazar a las minorías étnicas como si fueran perdices. Lo segundo resulta aún más grave porque Lo que el viento se llevó es una de las películas más extraordinarias de la Historia. También es obvio lo que se contempla en su metraje. Por ejemplo, en Lo que el viento se llevó se muestra el amor a la familia como garantía de que incluso una sociedad arrasada por la guerra civil podrá levantarse sobre sus cenizas y sobrevivir. Así se percibe en la Escarlata que pone a Dios por testigo de que ni ella ni los suyos pasarán hambre. También aparecen mujeres que, lejos de odiar a los hombres, los aman y apoyan. El matrimonio es una institución esencial para la felicidad de los seres humanos (Melania y Ashley) y su fracaso es más que triste (Escarlata y Rhett). El amor a la patria está por encima de conveniencias e intereses, como se ve cuando el cínico Rhett regresa para defender Atlanta. Para colmo, las relaciones interraciales no se basan en el odio ni en el enfrentamiento salvo la demagogia de los políticos que buscan el voto. Finalmente, hacen acto de presencia nobleza y patriotismo, honor y valentía, espíritu de lucha y amor, hombres y mujeres dignos de ese nombre. No se excluyen tampoco los defectos, carencias y debilidades del ser humano que es el que es y no lo que desean los ingenieros sociales. Arrancar esa película – como en su día Canción del sur – de la proyección es sólo una demostración de la inmensa estupidez, la colosal maldad y la perversión gigantesca propias de la agenda globalista. Quizá algunos consideren que estas afirmaciones mías constituyen una muestra de racismo. Pues como le dijo Rhett a Escarlata, “francamente, me importa un bledo”.