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Mateo, el evangelio judío (XVI): Prólogo al segundo gran discurso (c. 9)

Viernes, 18 de Mayo de 2018

Como ya señalamos, la estructura del evangelio de Mateo repite la división en cinco libros de la Torah mosaica. Al Génesis que es el sermón del monte le seguirá un Éxodo que es el envío, la salida, de los doce apóstoles, base del Israel de Dios, al mundo.

Entre ambas secciones, Mateo desarrolla, como vimos en la última entrega, la demostración de la autoridad del mesías Jesús. Esa circunstancia que queda tan clara en el capítulo 8, se subraya todavía más en el 9 donde es cuestionado el mundo espiritual del judaísmo y quien lo hace es un judío, Mateo, que predica a un mesías judío. Resulta obvio para el autor que la inmensa mayoría de los judíos no han cumplido las expectativas espirituales que Dios había depositado en ellos malogrando así su futuro. los ejemplos contenidos en este capítulo son claramente significativos.

Jesús cura a un paralítico, pero, a la vez, pone de manifiesto cómo la interpretación del shabat es insostenible e incluso dañina (9: 1-8). Jesús llama a discípulos, pero no se interesa sólo – como los rabinos - por los que cumplen piadosamente la Torah. Por el contrario, hace extensivo su llamamiento a un colaborador con Roma, a Mateo, y lo hace para dejar de manifiesto que el sistema de sacrificios del templo carece de legitimidad y que el mesías viene a llamar también a los pecadores (9: 9-13). Jesús rechaza el ayuno que han ido añadiendo los fariseos al contenido en la Torah hasta el punto de que sus novedades teológicas rompen el tejido de Dios y echan a perder su vino (9: 14-17). Jesús está por encima de una ley que aísla a la mujer que tiene un flujo de sangre o que sólo puede ofrecer a una muerta el canto de las plañideras. Por el contrario, puede curar a la primera y resucitar a la segunda (9: 18-25). Como el Siervo de YHVH anunciado por Isaías (Isaías 35: 6), Jesús es el mesías que hace caminar al paralítico, da la vista a los ciegos y lleva a hablar al mudo (9: 1-8; 9: 27-34). La esclavitud de la ley y sus torcidas interpretaciones, de la enfermedad, de la muerte, de la marginación, de la soledad, de la desesperanza son quebrantadas por un mesías que además es más que consciente de hasta qué punto ese Israel no es sino un conjunto de ovejas que carecen de un pastor real y que, por tanto, están a merced de cualquier fiera que pueda caer sobre ellas desde dentro y desde fuera (9: 35-36).

Porque el problema de Israel no se reduce ni de lejos a los gentiles que puedan ser antisemitas. Se trata de algo mucho más profundo y dañino. Es un problema espiritual que para muchos está oculto detrás de sus normas excluyentes o de su sentido de superioridad. Jesús, lejos de alimentar semejantes enfermedades espirituales, ruega porque esas ovejas dispersas escuchen un Evangelio que es lo único que puede liberarlos (9: 35-38).

El pueblo sufre de la esclavitud y necesita un éxodo mucho más profundo y relevante que el experimentado bajo Moisés. Sólo el mesías lo puede llevar a cabo y liberarlo. Para ello será fundamental un nuevo Israel. Mateo está a punto de presentarlo.

 

CONTINUARÁ