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Domingo, 29 de Septiembre de 2024
César Vidal

César Vidal

Rock of Ages

Sábado, 14 de Septiembre de 2019

En 1775, un personaje llamado Augustus M. Toplady compuso un himno titulado Rock of Ages (Roca de las Edades o de las épocas) que estaría llamado a disfrutar de una enorme popularidad.  El texto señalaba a Dios como la Roca que a lo largo de los siglos ha dado fortaleza y refugio a los que se acogen a El.  Esa Roca fue herida para que aquellos que nunca podrían obtener la justificación por mucho que lloraran o muchas obras que hicieran la recibieran mediante la fe en su sacrificio.  Esa Roca sigue siendo el fundamento firme de una vida vivida en la presencia de Dios.  La idea de Dios como Roca o piedra con seguridad resultará novedosa para muchos más acostumbrados a escuchar que un simple ser humano es la piedra sobre la que se basa la iglesia de Dios.  Sin embargo, la Biblia es muy clara al señalar que la única roca sobre la que se pueden asentar los creyentes es Dios.  Salmos como el 18 o el 32 señalan claramente que el propio YHVH es la roca sobre la que se apoya el creyente mientras que en el Nuevo Testamento, Jesús el mesías es identificado con esa misma roca.  Lo mismo señala el apóstol Pedro al escribir no que él fuera la piedra sino que ésta era Jesús:  Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura:     He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, m porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (I Pedro 2: 4-8).  En realidad, la alternativa es obvia: podemos sustentar nuestras vidas en la única Roca o pretender apoyarlas en meros seres humanos que acaban dejando de manifiesto que no son sino arena no pocas veces movediza. Como suelo decir a menudo: usted tiene todo el derecho a hacer lo que quiera, pero yo me quedo con la Roca verdadera que es el propio Dios.  

Les incluyo varias versiones de este hermoso himno.  La primera es de Alan Ladd, un extraordinario cantante country; la segunda es del Antrim Mennonite Choir y la tercera – esta vez sí – es en español aunque no me extrañaría que la amiga Elvira, siempre tan diligente, dé con una mejor.

 

Aquí va Alan Ladd

Ésta es la versión del Antrim Mennonite Choir, de su album 'Amazing Grace.'

Y ésta es una versión en español

La primera pregunta obligada a la hora de acercarse históricamente a la figura de Mahoma es la de si realmente existió y, en caso de ser así, qué es lo que conocemos de él.  Por chocante que semejante pregunta pueda resultar para los no-especialistas, hay que indicar que hay autores que cuestionan la existencia histórica de Mahoma o que indican la práctica imposibilidad de saber nada cierto acerca de él [9].  Para responder a ésas y otras cuestiones, como siempre sucede en Historia, tenemos que examinar en primer lugar, las fuentes.

La llegada del cristianismo a España difícilmente hubiera servido para presagiar lo que sería el catolicismo posterior.  Leyendas aparte, Santiago nunca estuvo en España – esa afirmación, como tendremos ocasión de ver, surgió durante la Edad Media en medio de un ambiente de violencia nada parecido a la predicación pacífica de Jesús – ni tampoco llegaron hasta la Península Ibérica los llamados Varones apostólicos.  La primera predicación, más que probablemente, derivó de un antiguo fariseo, convertido a la fe en Jesús el mesías y deseoso de alcanzar con su mensaje hasta lo último del cosmos conocido a la sazón.  Se llamaba Pablo de Tarso.  Detenido en Jerusalén, desde allí había pasado a la residencia del gobernador romano en Cesarea y, con posterioridad, tras un agitado periplo marítimo, había llegado a Roma.   Al cabo de dos años de detención domiciliaria, Pablo – como había pensado – fue puesto en libertad.  Las razones para ese desenlace pueden establecerse con facilidad.  Se ha apuntado a la posibilidad de que sus acusadores no comparecieran en plazo ante el tribunal imperial y que la acción legal quedara así enervada[2].  Pero tampoco puede descartarse que su puesta en libertad respondiera a un simple acto de imperium del césar [3].  Desde luego, de lo que sí tenemos constancia es de que en torno al año 63 se encontraba en Hispania.

      No es posible saber cuándo pudo nacer en Pablo la idea de llegar a Hispania, aunque no han faltado los que han especulado con la posibilidad de que fuera ya un sueño juvenil conectado con la afirmación del Salmo 72, 10 en la que se habla de cómo los reyes de Tarsis y de las islas llevarían su tributo al rey de Israel [4].  En realidad, pisamos terreno seguro sólo a partir de su afirmación, contenida en la carta a los Romanos 15, 24 y 28 en la que anuncia su propósito de alcanzar Hispania.  Los testimonios al respecto no son escasos.  El más antiguo, a unas tres décadas de los hechos, es el del romano Clemente que en su carta a los corintios escrita c. 98 señalaba que Pablo había llegado al extremo de Occidente[5].  El texto no menciona literalmente Hispania, pero la expresión dysis (Occidente) para el mundo de la época significaba esta región del imperio y el término terma (extremo) solía aplicarse al extremo del mundo que, por ejemplo, Filóstrato localizaba en Gades, la actual Cádiz.

     El segundo testimonio de la venida de Pablo a España lo encontramos en el famoso Canon de Muratori del s. II.  En esta importantísima fuente, al referirse a Lucas, señala que el libro de los Hechos de los apóstoles “relata al excelentísimo Teófilo lo que sucedió en su presencia, como queda evidentemente de manifiesto por el hecho de que pasa por alto la pasión de Pedro y el viaje de Pablo desde Roma a Hispania”.  La noticia no deja de ser interesante en la medida en que pone de manifiesto que en el s. II en la comunidad cristiana de Roma la noticia del viaje paulino a Hispania estaba totalmente establecida e incluso había que explicar por qué un hecho tan importante no había sido relatado por Lucas en los Hechos.

     Un testimonio similar encontramos en los Hechos de Pedro redactados a finales del s. II o inicios del s. III.  En esta fuente se menciona el viaje de Pablo a Hispania en tres ocasiones.  La primera es una referencia a la misión que Dios le entrega a Pablo para que se dirija a esa parte del imperio (1, 10); la segunda, cuando Pablo, al salir de Roma en dirección a Hispania, pide a los hermanos que oren por él (2, 25-29) y la tercera, al mencionar el hecho de que Pablo no se encuentra en la capital del imperio porque está en Hispania (6, 26).  A la altura del s. IV, las referencias a la estancia de Pablo en Hispania son ya muy frecuentes en las fuentes patrísticas.     

      Jerónimo menciona, por ejemplo, que Pablo realizó el viaje por mar[6], una noticia que parece plausible en la medida en que se hubiera tratado de un trayecto más corto.  De hecho, existían líneas de armadores de Gades que unían esa ciudad hispana – la primera de Europa – con Puteoli y con el puerto romano de Ostia.  Plinio el Viejo nos ha dejado la noticia [7] de cómo Gades podía comunicarse con Ostia en siete días de navegación y como el trayecto por mar desde Tarraco, la actual Tarragona, se reducía tan sólo a cuatro.  Si, por el contrario y de manera bastante improbable, Pablo hubiera realizado el viaje por tierra, habría tenido que seguir la Via Augusta, dejando atrás Marsella, pasando por Perthus y continuando por el valle del Ampurdán por Figueras o la Junquera.  En ese caso – insistamos que muy poco probable – su itinerario hubiera implicado el paso por Emporion (Ampurias), Geruna (Gerona) y Barcino (Barcelona) para desembocar también en Tarraco.  La tradición de la visita paulina determinaría posteriormente que precisamente la sede tarraconense, a pesar de la primacía concedida históricamente a Toledo, haya sido considerada la primada de España.

       Junto a los datos sobre una visita a la Hispania citerior, existen algunas tradiciones mucho menos seguras relativas a una estancia de Pablo en la Bética.  Ciertamente, desde Tarragona la Via Augusta pasaba por Dertosa (Tortosa), Sagunto, Valencia, Saetabis (Játiva), Lucentium (Alicante) y Cartago Nova (Cartagena) para adentrarse luego en Basti (Baza) y Acci (Guadix) en dirección a Malaca, Carteia (Algeciras), Baelo y Gades.  Sin embargo, las bases para conectar estos lugares con un viaje paulino son exiguas.  El trayecto de Pablo por tierras hispanas fue, en cualquier caso, breve e iba a preceder el último viaje de Pablo, esta vez por Oriente.  Posiblemente, ese último duró apenas unos meses, el apóstol volvió a ser detenido y, esta vez, juzgado ante el emperador acabó siendo decapitado. 

      De aquel paso del apóstol por Hispania quedó poco.  No es fácil determinar si el cristianismo posterior tenía origen africano – es posible – pero sí sabemos que su expansión estuvo más o menos relacionada con la parte occidental del imperio.  Tendría también sus características propias.  Entre ellas, se encontrarían dos que suelen pasarse por alto en las Historias oficiales de la iglesia católica en España.  Nos referimos a la represión de los disidentes y al antisemitismo. 

CONTINUARÁ


[1]  Sobre el tema, con bibliografía, véase: C. Vidal, Pablo, el judío de Tarso, Madrid, 2006, pp. 345 ss.

[2]  En ese mismo sentido, W. M. Ramsay, “The Imprisonment and Supossed Trial of St. Paul in Rome”, Expositor, serie 8, 5, 1913, pp. 264 ss; K. Lake, “What was the End of St. Paul´s Trial?” en Interpreter 5, 1908-9, pp. 147 ss; H. J. Cadbury, “Roman Law and the Trial of Paul”, Beginnings of Christianity I, 5, pp. 297 ss.

[3]  En ese sentido, A. N. Sherwin-White, Roman Society and Roman Law in the New Testament, p. 109.

[4]  En ese sentido, por ejemplo, S. Muñoz Iglesias, Por las rutas de san Pablo, Madrid, 1987, p. 235.

[5]  Ad Cor 5.

[6]  De viris illustribus 5.

[7]  Historia natural, XIX, 1, 3-4.

El fuera de la ley (The Outlaw Josey Wales)

Miércoles, 11 de Septiembre de 2019

Comentaba la semana pasada cómo el ver cine antiguo – y los setenta ya son muy antiguos – nos permite acercarnos a realidades que resultan inimaginables.  Es el caso de El fuera de la ley.  Personalmente, creo que es el mejor western de Clint Eastwood, su mejor película como director y una de sus mejores interpretaciones.  Pues bien, hoy esta película – el propio Eastwood lo reconoció hace quince años – no podría ni rodarse ni estrenarse.

El tren se va

Martes, 10 de Septiembre de 2019

Hace seis años, decidí exiliarme.  No voy a entrar a detallar las razones para dar ese paso doloroso.  Baste decir que me salvé de un atentado contra mi vida por apenas unas horas y que, a medida que ha ido pasando el tiempo, no me ha quedado la menor duda de que fue lo mejor. 

Aquel mito sandinista

Lunes, 9 de Septiembre de 2019

Lo que para otros fue la revolución rusa o la cubana, para mi generación fue la sandinista.  Quizá por eso no sorprenda que, con veintipocos años, marchara a Nicaragua para contemplar lo que, supuestamente, era una tercera vía popular frente al sistema capitalista y al soviético.

El anuncio de que el pueblo de Israel iba a quedar fuera de la misma manera que la higuera que lo simbolizaba y que no daba fruto puede parecer clara ahora.  No lo era, sin duda, en aquella semana de Pascua del año 30 d. de C..  Ahora sabemos que el templo de Jerusalén nunca ha sido reconstruido aunque no han faltado los intentos como el impulsado por el emperador Juliano que pretendía demostrar que el cristianismo era falso y que pensó que levantar de nuevo el santuario de Jerusalén invalidaría las profecías de Jesús y la credibilidad de su enseñanza.  También sabemos que, a pesar del derroche extraordinario de especulación que implica, el Talmud no se ha traducido en un regreso masivo de Israel al Dios de Abraham, Isaac y Jacob.  Lo mismo puede decirse de los diferentes mesías judías desde Bar Kojba – aclamado como tal por el famoso rabino Akiva – hasta hoy pasando por Sabbatai Tzeví y tantos otros.  Incluso el mismo sionismo – y hay no pocos judíos que consideran que es una horrenda herejía secular que aparta al pueblo judío del único Dios – no se ha traducido jamás en un retorno al mensaje de las Escrituras.  Se mire como se mire, ni Jerusalén es ya la capital del pueblo judío – ni siquiera que lo sea del estado de Israel es un hecho sin discusión – ni cuenta con templo ni opera desde hace casi dos milenios el sistema de sacrificios ni la mayoría de los judíos anda a la busca de Dios.  Esos hechos, por amargos que puedan resultar, son innegables.  Pero ¿quién hubiera podido esperarlos, salvo Jesús, en aquellos días?  A decir verdad, sólo los que tuvieran fe en él. 

Take My Hand, Precious Lord

Sábado, 7 de Septiembre de 2019

Todos sabemos que, a lo largo de nuestra vida, se presentan momentos de dificultad.  En ocasiones, esa dificultad puede llegar incluso a lo dramático.  En momentos así, las respuestas son diversas.  Hay quien decide apoyarse en otros seres humanos y en instituciones.  Eso si es que no cae en la desesperación.    Sin embargo, algunos hemos experimentado a lo largo de nuestra existencia una alternativa diferente.  Independientemente de lo que puedan hacer los demás, sabemos que podemos volvernos hacia Dios y decirle:  Señor, toma mi mano.  Toma mi mano no para que yo te arrastre a mis deseos sino para que Tu me lleves hacia Tus propósitos.  Toma mi mano porque sin Ti guiándome me perdería.  Toma mi mano para que no la ponga donde no debo agarrándome a propósitos indeseados e indeseables. 

Mahoma (I): Introducción

Viernes, 6 de Septiembre de 2019

La figura de Mahoma continúa siendo una gran desconocida en Occidente.  Durante siglos, Mahoma sólo fue contemplado como el origen de un impulso enemigo que había ocupado partes enteras de Europa – desde la Península Ibérica a los Balcanes pasando por Sicilia – al que se entendió y presentó como un archihereje o como el mismo Anticristo.  Los golpes asestados por los ejércitos musulmanes eran ciertos y dolorosos, pero la visión que se tenía de Mahoma y del Islam era también, en no escasa medida, deplorable y falsa.  Se tardó siglos en traducir el Corán a cualquier lengua occidental y también durante siglos, los autores occidentales pudieron decir que los musulmanes adoraban a un ídolo de Mahoma – doble disparate en una religión monoteísta y que además prohíbe el culto a las imágenes – y vincularon su vida y su enseñanza exclusivamente con menciones a los harenes y la guerra. 

A decir verdad hubo que esperar prácticamente hasta el s. XIX, para que los acercamientos historiográficos a la figura de Mahoma se acometieran partiendo de criterios científicos.  Se analizó entonces con notable rigor el conjunto de fuentes relacionadas con Mahoma y el islam; se las sometió a la crítica histórica y, finalmente, se proporcionaron aportes ciertamente notables al estudio científico.  En paralelo a los intentos de biografiar a Mahoma, se abordaron cuestiones como el origen del Corán, su desarrollo o su contenido.   Se trató de una línea de trabajo que, ya en el siglo XX, contó con aportes hispanos como los de Cansinos Assens o Vernet, ambos, de manera bien reveladora, traductores tanto del Corán como de las Mil y una noches.   Ciertamente, en ninguno de ambos casos, sus biografías se adentraron en los terrenos de la crítica historiográfica, pero sí dieron, al menos, buena cuenta del contenido de las fuentes islámicas e intentaron acercar al personaje a un público hispano tradicionalmente hostil y que todavía hace unos años relataba chistes de dudoso gusto sobre Mahoma.

De manera bien reveladora, mientras que los estudios sobre Mahoma y el Islam han continuado desarrollándose de manera extraordinaria en el curso de la última década, no es menos cierto que, en el caso de España e Hispanoamérica, la mayoría de las nuevas biografías publicadas está teñida por una coloración irenista o incluso proselitista.   Así, o han aparecido biografías que orillan prácticamente todos los aspectos espinosos de la vida de Mahoma (K. Armstrong) o lo presentan simplemente desde la perspectiva del Islam de una manera totalmente acrítica (M. Lings) cuando no abiertamente propagandística (Tariq Ramadan).  Incluso, hemos llegado a ver textos donde Mahoma aparece absorbido en la Nueva Era (D. Chopra).         

El irenismo y el proselitismo tienen, sin duda, su interés desde una perspectiva sociológica e incluso psicológica, pero ninguna de las dos actitudes es propia de una investigación histórica seria y rigurosa.  Ésa es, por el contrario, la finalidad de esta serie que tiene como meta acercar la figura de uno de los grandes fundadores de religiones a un público que, verdaderamente, quiera conocer quién y qué enseñó Mahoma.

Mahoma es un personaje relevante desde una perspectiva historiográfica independientemente de fenómenos contemporáneos como el terrorismo islámico, la revolución iraní o la “primavera árabe”.   Ciertamente, todos ellos pueden estar inspirados, en mayor o menor medida, por Mahoma y su enseñanza, pero éstas ya resultaban de notable importancia muchos siglos antes.  Sin duda, un fenómeno de más de mil millones de personas que creen en Mahoma como el sello de los profetas posee una enorme importancia por si mismo.  Sin duda, no es posible analizar con propiedad situaciones como la Hermandad musulmana o Hamás sin conocer la enseñanza de Mahoma.  Sin duda, no está de más intentar comprender lo que creen – y, sobre todo, sienten – las decenas de millones de musulmanes que se han asentado en los últimos años en el seno de la Unión Europea.  Sin embargo, la figura y la enseñanza de Mahoma disfrutan de una importancia que trasciende de esos hechos de la misma manera que Jesús es mucho más relevante que las Cruzadas, el arte gótico o el Vaticano II  y que Buda lo es más que el Dalai Lama, la dieta vegetariana seguida por algún actor de Hollywood que afirma encontrarse entre sus seguidores o alguna despistada película de Bertolucci. 

Esta serie seguirá una metodología propia de la ciencia histórica y no de la teología o de la filosofía.  Así, se procederá a analizar las fuentes para determinar lo que podemos saber de su vida y enseñanza; a someterlas a la crítica partiendo de los últimos estudios filológicos, arqueológicos e históricos sobre el tema – en su inmensa mayoría no traducidos al español y desconocidos por el público de habla hispana – y a articular unas conclusiones relativas al desarrollo vital del personaje y de su enseñanza.  Deducir en qué medida de esos desarrollos derivan fenómenos actuales es un proceso en el que ya no entra esta obra quedando al libre arbitrio del lector.  Precisamente por ello, si, gracias al resultado final, alguien consigue comprender de manera más cabal quién fue Mahoma y lo que enseñó, quien esto escribe se dará por más que satisfecho.

CONTINUARÁ

I.- Introducción

Jueves, 5 de Septiembre de 2019

La iglesia católica es, con diferencia, la confesión religiosa que más importancia ha tenido a lo largo de la Historia de España.  Los judíos no sólo fueron perseguidos desde la unión de la iglesia y el estado en los albores de la Edad Media sino que, finalmente, sufrieron los terribles pogromos del siglo XIV, inicio de su decadencia, y la Expulsión de 1492.  Los moriscos fueron expulsados en el siglo XVII aunque, ciertamente, el islam se había convertido en una fuerza espiritual apenas significativa desde el final de la Reconquista.  Por lo que se refiere a los protestantes fueron exterminados de manera sistemática y feroz desde el siglo XVI correspondiendo a uno de ellos el raro honor de ser el último ajusticiado por la Inquisición española ya bien entrado el siglo XIX.  No sorprende que, tras administrar ese tratamiento a cualquier otra religión aprovechando su fuerza sobre el poder civil, la iglesia católica quedara como única fuerza espiritual durante siglos.  Es muy posiblemente esa circunstancia la que explica que su Historia no se haya abordado en España de manera global y total sino siempre recurriendo a un expurgado que recuerda no poco al que los inquisidores, responsables de la censura, perpetraban con los libros.  Los ejemplos sobran.

La BAC, editorial católica por antonomasia, ha publicado una Historia de la iglesia católica en España[1] que proporciona no pocos datos sobre las cuestiones más diversas.  Más clamorosas son, si cabe, las ausencias de ese magnum opus.  Así, por ejemplo, el volumen dedicado a los siglos VIII-XIV[2] no hace referencias a acontecimientos de tanta relevancia como el exterminio de los herejes, el antisemitismo militante, la acción de la Inquisición o los pogromos de 1391.  A decir verdad, se podría pensar que ni uno solo de esos acontecimientos existieron.  Lo mismo encontramos en el tomo dedicado a los siglos XV y XVI[3]donde las hogueras de la Inquisición, el exterminio de los protestantes o el gasto que significaba para las arcas nacionales la causa de la Contrarreforma brillan igualmente por su ausencia.  En otros volúmenes ulteriores, acontecimientos históricos como, la persecución contemporánea de las libertades o el aprovechamiento de las circunstancias políticas – generalmente la debilidad gubernamental – para imponer sus condiciones a los distintos gobiernos nacionales no aparecen.  En resumen, lo que se narra en los varios volúmenes de la obra es más o menos acertado o cercano a la verdad, pero no es ni con mucho toda la verdad y, precisamente por ello, la narración histórica queda gravísimamente distorsionada. 

En algunos casos, esa exclusión ha entrado de manera aún más descarnada en el terreno de lo apologético.  No otro es el caso de un libro del opusdeista Luis Suárez[4].  La obra no sólo oculta aspectos absolutamente esenciales de la Historia de la iglesia católica en España sino que distorsiona gravemente otros y acaba ofreciendo un retrato absolutamente falaz y cargado de desequilibrios no sólo por su carácter propagandístico sino, fundamentalmente, por sus omisiones.  Es bien discutible que España algo deba a la iglesia católica, pero, en cualquiera de los casos, el autor no podrá nunca saber si esta confesión debe algo a la nación española.   Bien es cierto que poco más podría esperarse de un autor que forma parte del grupo que insta la canonización de Isabel la católica y que, a preguntas de quien escribe estas líneas, se negó repetidamente a manifestar una opinión contraria no sólo sobre la Expulsión de los judíos en 1492 sino también sobre el caso de acusación de crimen ritual del Niño de la Guardia.  Su condición de académico o de especialista en los Reyes Católicos no parece que invalide lo más mínimo este juicio y, si acaso, obliga a formularse inquietantes preguntas.

En los dos casos citados – podrían aducirse muchos más – el tratamiento de la iglesia católica recuerda a los de ciertos medios de comunicación también vinculados a esta confesión en los que la información sobre las visitas del papa es detallada y entusiasta, aunque, por regla general, nunca se incluyan referencias a su coste, pero se oculta de manera sistemática la información relativa a las finanzas de la Santa Sede o a los casos de pederastia en el clero. 

No mucho mejor – todo hay que decirlo – ha sido la manera en que se han acercado al tema autores de acendrada visión anti-católica.  Por regla general, sus análisis se han centrado en la guerra civil e incluso en esos casos no se puede decir que no dejen mucho que desear.  El desconocimiento del hecho religioso, de la Historia anterior y, en no escasa medida, el prejuicio acaban convirtiendo una tarea necesaria – la de historiar donde otros no lo han hecho – en baldía. 

Sin embargo, a pesar de que ésta es la realidad historiográfica, por definición, la Historia debe, como disciplina, ser completa y recoger todos los aspectos que nos permitan tener una idea global del fenómeno al que nos acercamos.  Un historiador que se acercara al nacional-socialismo alemán y decidiera soslayar cualquier mención a los campos de exterminio, a las cámaras de gas o a los Einsatzgruppen no podría sino pintar un cuadro absolutamente desenfocado.  A decir verdad, Hitler sin el horror de los campos podría ser presentado como un socialista nacionalista deseoso de rehabilitar su nación y nada más.  Esa parte de la Historia sería cierta, pero el cuadro global habría pasado por alto que la realidad histórica fue muy distinta.  Ésa es precisamente la situación a la que nos conducen los estudios del tipo de los señalados arriba. 

La iglesia católica no ha sido, históricamente, el bastión de la luz – muchas veces se manifestó como su enemiga más encarnizada – que pretenden sus apologistas ocultando, obviando o retorciendo hechos históricos incontestables.  Sin embargo, tampoco se puede reducir, de manera simplista, a la adversaria de una izquierda que, de entrada, ni siquiera existía durante la mayor parte de su devenir histórico.

A día de hoy, sigue siendo la última monarquía absoluta, una de las últimas teocracias – junto al Irán de los ayatollahs – y una entidad política que siempre ha tenido una agenda propia y un bagaje ideológico para legitimarla por encima de la acción de las otras potencias de la época.  Sin tener en cuenta esos aspectos es imposible comprender lo que ha significado para la Historia universal y, de manera muy concreta, para la de España.

Esta serie constituirá un intento de mostrar aquellos aspectos que son, de manera pertinaz y sistemática, orillados en las historias escritas por autores católicos y también no-católicos que sólo saben acercarse al fenómeno desde una perspectiva no menos determinada ideológicamente e incluso más limitada en el tiempo.

A lo largo de los capítulos que, Dios mediante, exigirán más de un año para ser publicados, la serie abordará el desarrollo de la iglesia católica desde sus inicios en España hasta la reunificación nacional de finales del siglo XV entrando en aquellos aspectos que, de forma generalizada, se suelen excluir, total o parcialmente, de las obras católicas, pero que resultan esenciales para comprender la verdadera influencia de la institución.

A continuación, la serie entrará en el período de la Contrarreforma, absolutamente esencial para comprender la Historia de España, ya que, ciertamente, determinará su desarrollo durante los siglos siguientes e incluso a día de hoy, perdura su influencia aunque muchos, viviéndola, no sean capaces de percibirla y analizarla.

Las siguientes entregas estarán referidas al peso de la iglesia católica durante los siglos XVIII, XIX y XX en que, de forma continua y no pocas veces violenta, se opuso frontalmente a la Ilustración, a la configuración de un estado liberal y a la articulación de distintos intentos democráticos en la medida en que los consideraba un peligro para sus privilegios seculares.

Finalmente, la obra concluirá con el papel – absolutamente esencial – de la iglesia católica en la configuración del régimen de la Transición y la manera en que ha conseguido incrementar sus privilegios con los diferentes gobiernos, tanto de izquierda como de derecha, que se han sucedido desde mediados de los años setenta. 

En no escasa medida, esta serie constituye una “Historia secreta” porque no pocos de los aspectos son hurtados en otras obras o incluso algunos de ellos son desconocidos.  No es menos cierto que el análisis global, tal y como aparecerá, ha estado totalmente ausente de la historiografía española.  No podía, pues, ser más necesario.  Ahora, desprovisto de las lentes sucias y empañadas del prejuicio, es misión del lector enjuiciarlo.  

CONTINUARÁ


[1]  Ricardo García-Villoslada (director), Historia de la Iglesia en España, Madrid, 1982.

[2]  R. García-Villoslada (dir), Historia de la Iglesia en España. II-1, La Iglesia en la España de los siglos VIII-XIV, Madrid, 1982.

[3]  Idem, Historia de la Iglesia en España, III-1.  La Iglesia en la España de los siglos XV y XVI, Madrid, 1980.

[4]  Luis Suarez, Lo que España debe a la iglesia católica, Madrid, 2012. 

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