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Sábado, 23 de Noviembre de 2024

Los Evangelios (III): La fecha de redacción de los evangelios (III): Juan (II)

Viernes, 21 de Abril de 2017
En relación con la datación del evangelio de Juan, no puede dudarse de que el consenso ha sido casi unánime en las últimas décadas. Por lo general, los críticos conservadores databan la obra en torno a finales del siglo I o inicios del siglo II, mientras que los radicales, como Baur, la situaban hacia el 170 d. C. Uno de los argumentos utilizados como justificación de esta postura era leer en Juan 5, 43 una referencia a la rebelión de Bar Kojba.

El factor determinante para refutar esta datación tan tardía fue el descubrimiento en Egipto del p 52, perteneciente a la última década del siglo I o primera del siglo II, donde aparece escrito un fragmento de Juan. Esto sitúa la fecha de redacción en torno al 90-100 d. C. como máximo. Con todo, existen, a juicio de varios estudiosos, razones considerables para datar el Evangelio en una fecha anterior. Quizá, el punto de arranque de esta revisión de la fecha quepa situarlo en relación con los estudios de C. H. Dodd sobre este Evangelio Aunque este autor siguió todavía la corriente de datar la obra entre el 90 y el 100, atribuyéndola a un autor situado en Éfeso, reconoció, sin embargo, que el contexto del Evangelio está referido a condiciones «presentes en Judea antes del año 70 d. C., y no más tarde, ni en otro lugar». De hecho, la obra es descrita como «difícilmente inteligible» fuera de un contexto puramente judío anterior a la destrucción del Templo e incluso a la rebelión del 66 d. C. Pese a estas conclusiones, C. H. Dodd sustentó la opinión en boga alegando que Juan 4, 53 era una referencia a la misión gentil y que el Testimonio de Juan recordaba la situación en Éfeso en Hechos 18, 24-19, 7. Ambas tesis son, desde nuestro punto de vista, insostenibles. El pasaje de Juan 4, 53 es muy discutible que tenga la connotación que le dio Dodd, pero, aunque así fuera, lo cierto es que la misión entre los gentiles fue asimismo previa al 66 d. C. En cuanto a la noticia de Hechos 18 y 19, debe recordarse que narra sucesos acontecidos también antes del 66 d. C. En realidad, existen a nuestro juicio elementos que hacen pensar en una datación anterior al 70 d. C. De manera somera, los mismos pueden resumirse así:

1. La cristología resulta muy primitiva. Jesús es descrito como «profeta y rey» (6, 14 y sigs.); «profeta y mesías» (7, 40-2); «profeta» (4, 19 y 9, 17); «mesías» (4, 25); «Hijo del hombre» (5, 27), y «maestro de Dios» (3, 2). Aunque, en verdad, Juan hace referencia a la preexistencia del Verbo, tal concepto está presente asimismo en fuentes antiguas que identifican a Jesús con la Sabiduría eterna— y en la generalidad del judeocristianismo palestino anterior a Jamnia.

2. El trasfondo —como ya se percató Dodd— solo encaja en el mundo judío palestino anterior al 70 d. C.

3. La única referencia que, en apariencia, situaría el Evangelio tras el año 70 d. C. es la noticia en relación con la expulsión de las sinagogas de algunos cristianos (Juan 9, 34 y sigs.; 16, 2). Para algunos autores, tal circunstancia está conectada con el birkat ha-minim e indicaría una redacción posterior al 80 d. C. 27. Lo cierto, sin embargo, es que utilizar el argumento de la persecución para dar una fecha tardía de redacción de los Evangelios no parece que pueda ser de recibo desde el estudio realizado al respecto por D. R. A. Hare. De hecho, tal medida fue utilizada ya contra Jesús (Lucas 4, 29), Esteban (Hechos 7, 58) y Pablo (Hechos 13, 50), con anterioridad al 66 d. C.

4. No hay referencias a los gentiles en el Evangelio (aunque sí la hay en otros evangelios). Esta circunstancia obliga a datar el Evangelio en una fecha muy temprana, cuando tal posibilidad tenía poca relevancia, y, desde luego, resulta imposible de encajar con un contexto efesino como el sostenido por algunos autores.

5. Los saduceos tienen una enorme importancia en el Evangelio. De hecho, se sigue reconociendo el papel profético del Sumo sacerdote (Juan 11, 47 y sigs.). Todo ello carecería de sentido tras el 70 d. C. —no digamos ya tras Jamnia—, dada la forma en que este segmento de la vida religiosa judía se eclipsó con la destrucción del Templo.

6. No hay referencias a la destrucción del Templo. Por el contrario, la profecía sobre tal evento atribuida a Jesús (2, 19) no solo no se conecta con los sucesos del año 70, sino con los del 30 d. C. En un Evangelio donde la animosidad de los dirigentes de la vida cúltica está tan presente —algo con paralelos en los datos suministrados por el libro de los Hechos en relación con Juan—, tal ausencia resulta inexplicable si es que, en efecto, el Evangelio se escribió después del 70 d. C.

7. Los detalles topográficos son anteriores al 70 d. C. y rigurosamente exactos. No solo revelan los mismos un conocimiento extraordinario de la Jerusalén anterior al 70 d. C., sino que además considera que la misma no «fue» así, sino que «es» así (4, 6; 11, 18; 18, 1; 19, 41). Una vez más, la ausencia de referencias a lo acontecido en el 70 d. C. resulta especialmente

reveladora.

8. El discípulo está vivo en una época en que debería esperarse su muerte. Por lo general, esta circunstancia —recogida en el capítulo 21— ha sido utilizada para justificar una fecha tardía de la fuente, más teniendo en cuenta que presupone la muerte de Pedro (21, 18-23) en la cruz (compárese con 12, 33 y 18, 32). Tal interpretación significa ir más allá de lo que dice la fuente, que solo nos indica una fecha posterior al 65 d. C. De hecho, y viendo el contexto histórico, preguntarse si el Discípulo amado (y más si se trataba de Juan) iba a sobrevivir hasta la venida de Jesús resultaba lógico. Santiago había muerto en el 62 d. C.; Pedro, en el 65; Pablo, algo después. No resulta extraño que muchos pensaran que la Parusía podía estar cercana y que, quizá, el Discípulo amado viviría hasta la misma. Este no era de la misma opinión. Jesús no les había dicho eso a él y a Pedro, sino que este debía seguirlo sin importar lo que le sucediera al primero (Juan 21 y sigs.). Ahora Pedro había muerto (65 d. C.), pero nada indicaba que, por ello, la Parusía estuviera cerca. Una vez más, la destrucción del Templo en el 70 d. C. no es mencionada. Por lo tanto, desde nuestro punto de vista, lo más razonable es suponer que la conclusión de Juan se escribió en una fecha situada entre el 65 y el 66 d. C., siendo esta última o bien obra de él, que hablaría entonces en tercera persona, o bien de algún discípulo suyo. El contexto resulta, a nuestro juicio, claramente judeocristiano y palestino. En cuanto al resto del Evangelio, sin duda, es anterior al 65 d. C., pero, con seguridad, posterior a la misión samaritana de los treinta y quizá anterior a las grandes misiones entre los gentiles de los cincuenta d. C. La acumulación de todo este tipo de circunstancias explica el que un buen número de especialistas haya situado la redacción del Evangelio con anterioridad al 70 d. C. 30, así como los intentos, poco convincentes en nuestra opinión, de algunos autores encaminados a no pasar por alto la solidez de estos argumentos y, a la vez, conjugarlos con una datación tardía del Evangelio. Estas interpretaciones chocan, a nuestro juicio, con el inconveniente principal de no responder a los argumentos arriba señalados, sobre todo, en relación con el trasfondo histórico.

CONTINUARÁ

24 C. H. Dodd, Historical Tradition in the Fourth Gospel, Londres, 1963.

25 C. H. Dodd, op. cit., pág. 120.

26 Ibídem, págs. 311 y sigs.; 332 y sigs., y 412 y sigs.

27 Una defensa muy rigurosa de este punto de vista, en F. Manns, John and

 

Jamnia: how the break occured between Jews and Christians c. 80-100 A. D., Jerusalén, 1988.

28 D. R. A. Hare, The Theme of Jewish Persecution of Christians in the Gospel according to St. Matthew, Cambridge, 1967, págs. 48-56.

29 En este sentido, véanse: J. Jeremias, The Rediscovery of Bethesda, John 5, 2 Louisville, 1966; W. F. Albright, The Archaeology of Palestine, Harmondsworth, 1949, págs. 244-248; R. D. Potter, «Topography and Archaeology in the Fourth Gospel», en Studia Evangelica, I, 73, 1959, págs. 329-337; ídem, The Gospels Reconsidered, Oxford, 1960, págs. 90-98; W. H. Brownlee, «Whence the Gospel According to John?», en J. H. Charlesworth (ed.), John and the Dead Sea Scrolls, Nueva York, 1990.

30 Entre ellos, cabe destacar: P. Gardner-Smith, St. John and the Synoptic Gospels, Cambridge, 1938, págs. 93-96 (posiblemente coetáneo de Marcos); A. T. Olsmtead, Jesus in the Light of History, Nueva York, 1942, págs. 159-225 (poco después de la crucifixión); E. R. Goodenough, «John a Primitive Gospel», en JBL, 64, 1945, págs. 145-182; H. E. Edwards, The Disciple who Wrote these Things, 1953, págs. 129 y sigs. (escrito hacia el 66 por un judeocristiano huido a Pella); B. P. W. Stather Hunt, Some Johannine Problems, 1958, págs. 105-117 (justo antes del 70); K. A. Eckhardt, Der Tod des Johannes, Berlín, 1961, págs. 88-90 (entre el 57 y el 68); R. M. Grant, A Historical Introduction to the New Testament, 1963, pág. 160 (escrito en torno a la guerra del 66 por judeocristianos de Palestina o exiliados); G. A. Turner, «The Date and Purpose of the Gospel of John», en Bulletin of the Evangelical Theological Society, 6, 1963, págs. 82-85 (antes de la revuelta del 66); G. A. Turner y J. Mantey, John, Grand Rapids, 1965, pág. 18 (contemporáneo de las cartas paulinas); W. Gericke, «Zur Entstehung des Johannesevangelium», en TLZ, 90, 1965, cols. 807-820 (en torno al 68); E. K. Lee, «The Historicity of the Fourth Gospel», en CQR, 167, 1966, págs. 292-302 (no necesariamente después de Marcos); L. Morris, The Gospel According to John, Grand Rapids, 1972, págs. 30-35 (antes del 70 con probabilidad); S. Temple, The Core of the Fourth Gospel, 1975, VIII, 35-65 (sobre la base de un bosquejo anterior de los años 25-35. S. Temple

 

 

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