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Lucas, un evangelio universal (XXVIX): ¿Qué mesías es Jesús? (III) (9: 57-62)

Domingo, 4 de Octubre de 2020

Resulta enormemente revelador que toda esta sección de Lucas que hemos estado viendo a lo largo de varias semanas concluya con una referencia a los que quieren seguir a Jesús.    Hablar de Jesús no es, desde un punto de vista bíblico, algo meramente teológico.  Hablar de Jesús tiene sentido sólo si de esa conversación se desprende el seguirlo.  Precisamente por ello, Lucas concluye toda esta sección señalando a aquellos que están dispuestos a seguir a Jesús… pero poquito.  Es decir, sólo si encaja en sus intereses y condiciones.

La primera persona que se acercó a Jesús buscaba tener una zona de confort asegurada.  Por supuesto, su presentación fue que seguiría a Jesús a cualquier sitio (9: 57), pero, en su corazón, estaba: naturalmente porque cuento, Señor, que vas a satisfacer mis deseos materiales.  No es extraño que alguien piense eso porque, a fin de cuentas, abundan los falsos profetas que lo prometen y que presentan a Dios como un cajero automático.  Seguir a Jesús no tiene nada que ver con ese evangelio falso.  No tiene que ver con ello y además mirar a Jesús lo deja de manifiesto.  Hasta las aves del cielo y las bestias del campo tienen algún tipo de morada, pero el Hijo del hombre no tenía donde recostar la cabeza (9: 58).  Jesús ha señalado que Dios cuida de nosotros y que nada nos faltará, pero, a la vez, ha indicado que hay que buscar, en primer lugar, el Reino de Dios y su justicia (Mateo 6, 32-33).  Si alguien pretende medrar, enriquecerse, trepar porque sigue a Jesús… bueno, su sitio puede ser el de ciertos miembros del Opus Dei o una iglesia de prosperidad, pero no el camino de Jesús.  Es el mesías, pero NO ese mesías. 

La segunda persona es la que coloca su vida privada por encima de cualquier consideración.  El que se acercó (9: 59) pedía a Jesús que le dejara enterrar a sus padres.  No se trataba de que le esperara un par de horas en lo que iba al funeral de los padres.  Se parecía más bien a esos homosexuales que han decidido no salir del armario hasta que se muera su madre, es decir, puede llevar décadas.  La respuesta de Jesús, de nuevo, es tajante: deja a los demás que se las apañen y tu, anuncia el Reino de Dios (9: 60).  Efectivamente, hay mucha gente que manifiesta su voluntad de seguir a Jesús, pero siempre que no le cree problemas con la familia, el trabajo o cualquier otra circunstancia.  Esas personas NO pueden ser discípulos y no lo pueden ser porque Jesús no es un mesías de menú en el que se escoge lo que se desea y se tira lo que desagrada.

La tercera persona es la que NO desea romper con su pasado.  Sí, está dispuesta a seguir a Jesús, pero sin plantearse cambiar de vida.  De hecho, sólo cuando todas las historias del pasado se solventen, seguirá a Jesús.  Esa gente NO puede seguir a Jesús y nunca tendrá un porvenir en el Reino porque su caso es como el de aquellos que intentan empujar el arado y no dejan de mirar hacia atrás (9: 62).  Es imposible que les salga un surco como es debido.  El mesías espera que sus seguidores miren hacia delante y que en ese avance no los distraiga el pasado. 

El mesías no es ni un dispensador ni un legitimador de irresponsabilidades, de comodidades, de deseos carnales.  Es un mesías que exige un seguimiento completo y absoluto por encima de nuestros anhelos, de nuestros caprichos, de nuestra codicia, de nuestro egoísmo, de nuestras familias, de nuestro pasado, de nuestras amistades.  Es así porque Jesús es YHVH encarnado, el Soberano total, el Rey de reyes y Señor de Señores y, a la vez, el Siervo que se dirigió a Jerusalén para morir como un sacrificio expiatorio.    

CONTINUARÁ