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Lucas, un evangelio universal (XXXIV): Tiempo de decisión (II) (13: 1-4)

Domingo, 14 de Febrero de 2021

Lucas continua en el inicio del capítulo 13 con la insistencia de Jesús acerca de la urgencia de tomar una decisión.  Es más.  posiblemente, los primeros versículos constituyan una de las afirmaciones más tajantes de hasta qué punto las divisiones y clasificaciones humanas son carentes de importancia cuando se capta la realidad de Dios.  Seguramente, los lectores recordarán aquel personaje anónimo encarnado por Clint Eastwood en El bueno, el feo y el malo que repetía frases del tipo de el mundo se divide en dos: los que tienen el rifle y los que tienen la pala… así que cava.  La afirmación era arbitraria y, seguramente, no más que la de aquellos que creen que el mundo se divide en los míos y en los otros, en mi gente y en la de los demás, entre los buenos (nosotros) y los malos (los de enfrente).  Así lo deja claro Jesús cuando se le acercaron unos y le hablaron de aquellos cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios (13: 1).  El episodio es conocido históricamente.  Pilato se dedicaba a mantener la ley y el orden – lo que él entendía como tal – mediante recursos como la provocación.  En cierta ocasión, para mantener la tranquilidad en las calles en el curso de una de las fiestas judías, colocó a sus agentes disfrazados en medio de las masas que bajaban a sacrificar a Jerusalén.  Escogió los galileos porque siempre comenzaban las revueltas contra Roma entre gente de ese origen.  De repente, de la manera más inesperada, los hombres de Pilato comenzaron a dar cuchilladas a diestro y siniestro y derramaron una sangre que, al menos en un sentido simbólico, se mezcló con la de los sacrificios que iban a ofrecer.  No cabe duda de que después de una acción así es muy posible que la quietud se apodere de las calles.   ¿Querría usted que le propinaran una puñalada cuando va al templo? ¿o se estaría quietecito? Bueno, piense en si se queda en casa y se pone mascarilla por el coronavirus y tendrá la respuesta sobre la eficacia de métodos como el de Pilato.  Con todo, ante episodios así, las opiniones se dividen.  Para algunos, es obvio que semejante acción resultaba sórdidamente criminal mientras que otros dirían que, a fin de cuentas, se habría garantizado la paz.  De manera expeditiva, incluso discutible, pero se habría garantizado.

Jesús veía el tema de otra manera.  Si alguien pensaba que aquellos galileos eran más pecadores que otros que se habían salvado del hierro romano estaban equivocados.  Al final, todos aquellos que no se conviertan, que no se vuelvan a Dios, que no se reconcilien con El… perecerán (13: 3).  Jesús incluso utiliza la segunda persona:  si no os convertís, os pasará algo peor.

Pero Jesús no estaba dispuesto a convertirse en presa fácil de clasificadores.  Él no pensaba que Dios castigaba a los opuestos al poder romano por ser especialmente perversos.  También – para aquellos que pudieran aplaudirlo o criticarlo – había gente que colaboraba con Roma sobre la que recaían desgracias.  Por ejemplo, aquellos colaboracionistas que trabajaban en unas obras relacionadas con el gobierno romano – también conocemos el caso históricamente – y en el curso de las mismas les cayó la torre de Siloé y los mató.  Éstos con estar situados en el otro extremo del arco político no estaban menos necesitados de arrepentimiento que los otros (13: 4).  Y si ellos no se convertían, perecerían igual.  

Las palabras de Jesús, una vez más, resultan provocadoras, incómodas y destinadas a causar una reacción y una reacción rápida.  Ya y ahora.  Si piensas que ser de izquierdas – o de derechas - te coloca en una situación de superioridad moral sobre las derechas – o las izquierdas – andas muy equivocado.  Si consideras que ser conservador – o progresista – te sitúa en un nivel de altura moral por encima de los progresistas – o conservadores – no sabes de lo que hablas.  Tus ideas pueden ser más acertadas – o menos – en terrenos como la economía, la fiscalidad o las instituciones, pero nada de eso, absolutamente nada, cambia la imperiosa realidad de que necesitas volverte a Dios, convertirte, reconciliarte con El.  Si no lo haces – y es urgente que lo hagas – perecerás igual que tantos otros que han perecido a lo largo de la Historia.  Porque a fin de cuentas, lo relevante en esta existencia – aunque tenga su relevancia - no es si eres partidario de la mano dura de Pilato o su enemigo, si estás entusiasmado con Donald Trump o lo consideras un ser odioso, si aborreces a George Soros o lo ves como un ser extraordinario que te puede ser una subvención, si crees que el papa Francisco es el vicario de Cristo o no tienes duda de que es el Anticristo.  Sin duda, esas posiciones tienen relevancia y hay algunas que son acertadas y otras que resultan erróneas, y es mejor acertar que equivocarse, pero lo verdaderamente relevante es si en esta vida te vuelves a Dios o no.  Toma una decisión ya porque si no lo haces, perecerás igualmente.

CONTINUARÁ