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(CIX): El fallido intento de una constitución democrática (II): El fracaso de la monarquía democrática

Viernes, 18 de Noviembre de 2022

La constitución surgida de la Gloriosa revolución de 1868 fue la más democrática de toda la Historia de España soportando magníficamente la comparación con la vigente de 1978 y superando con amplitud no sólo a las anteriores sino a la de la Restauración y a la de la Segunda República.   El texto consagraba el sufragio universal; reconocía por primera vez derechos como el de libertad religiosa; y dotaba de plena legitimidad democrática a la monarquía al elegir al nuevo rey.  En teoría, se había colocado la mejor base legal para elevar un estado moderno en España.  Como en otras ocasiones, antes y después, el edificio se revelaría frágil al carecer de cimientos.  El gran drama era que la nación había sufrido que su mentalidad se modelara durante siglos en el fanatismo religioso y la intransigencia ideológica y que el contenido de la impecable constitución chocaba con minorías contrarias y agresivas como eran los carlistas, los republicanos y los federalistas y, de manera muy especial, con los intereses de la iglesia católica. 

Por añadidura, el monarca elegido, Amadeo de Saboya, duque de Aosta e hijo de Víctor Manuel II de Italia, contaba con la inquina inmediata de católicos y carlistas ya que Victor Manuel era el monarca que no sólo había unificado Italia como nación sino que además había reducido al mínimo los Estados Pontificios.  Cuando a esos enemigos del nuevo régimen se sumaron alfonsinos y republicanos, el mismo se convirtió en punto menos que inviable.  Estos grupos, finalmente, aniquilarían el sistema. 

Como presagio trágico de lo que iba a suceder tras la victoria de la Gloriosa Revolución, el general Prim, entusiasta valedor de Amadeo de Saboya fue asesinado antes de que el nuevo monarca llegara a España.  El 16 de noviembre de 1870, Amadeo fue designado por votación de las Cortes.  El 4 de diciembre, Amadeo aceptó y el 30 del mismo mes, desembarcó en Cartagena llegando a Madrid el 2 de enero de 1871.  Entre las fuerzas que encontraría enfrente en su proyecto de monarquía constitucional figuraría en primerísimo lugar la iglesia católica.  No sólo era intolerable para ésta el reconocimiento del derecho a la libertad religiosa sino que además atacó virulentamente el reconocimiento legal del matrimonio civil calificándolo de reconocimiento legal del “concubinato público”.  Junto con las protestas y la agitación callejera, el clero no dudó en atizar la hoguera de la violencia respaldando un nuevo levantamiento carlista que, en 1872, se había convertido en nueva guerra civil.  Semejante radicalización impulsada directamente por la iglesia católica repercutió en la caída de la coalición gubernamental formada por los unionistas liberales y los progresistas, dejando en el poder sólo a éstos.  En respuesta a la guerra carlista, el gobierno recuperó el exequatur, una institución jurídica procedente del siglo XVIII, que obligaba a la Santa Sede a solicitar permiso del gobierno para la publicación de cualquier bula o escrito papal.

Tanto Amadeo como su esposa se comportaron de manera ejemplar, pero las fuerzas alzadas contra ellos eran demasiado poderosas.  El 11 de febrero de 1873, el monarca abdicó.   Ya antes había exclamado:  «Ah, per Bacco, Io non capisco niente. Siamo una gabbia de pazzi — no entiendo nada, esto es una jaula de locos».  Amadeo chocaba no sólo con unos adversarios taimados y sin escrúpulos entre los que se encontraba no sólo la propia iglesia católica sino también con un pueblo cuya mentalidad, forjada durante siglos, describió de la siguiente manera en el discurso en que anunció su renuncia a la Corona española:

 

     Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.

En honor del rey debe decirse que se trataba de un diagnóstico bastante exacto de la realidad.  

CONTINUARÁ