1. Escocia fue reino; Cataluña, nunca. Escocia existió como reino desde la Antigüedad dado que el imperio romano nunca llegó a controlarla. De esa manera, quedó separada de una Inglaterra más o menos romanizada. Incluso el cristianismo entró de manera tardía y por influjo de misioneros irlandeses. Escocia mantuvo su independencia como reino hasta finales del siglo XVII. Cataluña, por el contrario, no tuvo nunca existencia como reino. Primero, su territorio fue parte de la Hispania romana – Tarraco sería un puntal, primero, de la presencia romana y luego del cristianismo - y de la visigoda. Con posterioridad, al producirse la invasión islámica, el territorio de la actual Cataluña formó parte del imperio carolingio que la consideraba su colchón en Hispania frente a un posible avance musulmán. Finalmente, agrupada en distintos condados - del que el más importante era Barcelona - se integró en la Corona de Aragón en el siglo XII en virtud del matrimonio entre Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV.
2. Inglaterra y Escocia se adhirieron a confesiones diferentes; Cataluña tuvo la misma que el resto de España. Cuando Enrique VIII decidió separarse de la iglesia católica, Escocia no se mantuvo en el seno del catolicismo, pero se sumó al bando de la Reforma y no al anglicanismo. De esta manera, los escoceses mantuvieron siempre una posición más radicalmente reformada que la inglesa, un aspecto que influyó enormemente en episodios como la guerra civil inglesa que derribó a Carlos I. Los reformados escoceses simpatizaban on los puritanos ingleses de Cromwell y no dudaron en negar asilo al monarca inglés que terminó decapitado.
3. Escocia no se unió a Inglaterra hasta el siglo XVII, Cataluña nunca estuvo separada de España. Escocia se mantuvo separada de Inglaterra hasta bien avanzada la modernidad e incluso entonces la unión fue vista por no pocos como una mera unión dinástica o incluso como una necesidad impuesta por las circunstancias económicas. Es curioso como un escocés de pro como Walter Scott afirmaba que Escocia, agraria y modesta, sólo podía vincularse a una Inglaterra más próspera e industrial. Cataluña formó, primero, parte de la Corona de Aragón y posteriormente de España gracias a la reunificación operada bajo los Reyes Católicos. A decir verdad, Cataluña sólo se separó brevemente de España con ocasión del famoso Corpus de sangre a mediados del siglo XVII. No lo hizo para ser independiente sino para someterse a Luis XIII de Francia. La experiencia duró poco y, en un espacio, muy breve, Cataluña suplicó regresar a España.
4. Escocia no enfatizó su lengua propia; Cataluña, sí. Mientras que en Cataluña, la lengua se ha utilizado desde el siglo XIX como un factor muy acentuado de identidad distinta, en Escocia, el uso del inglés se convirtió en prácticamente único desde el siglo XVIII. De hecho, salvo textos antiguos, la gran literatura escocesa está escrita en inglés y en la actualidad, la enseñanza del gaélico es muy limitada en el sistema educativo. En Cataluña, por el contrario, la enseñanza en español es casi testimonial por imposición nacionalista.
5. Escocia fue siempre una parte modesta del Reino Unido; Cataluña, una región favorecida de España. Mientras que Escocia se vio preterida en no pocas ocasiones en el conjunto del Reino Unido, Cataluña, a pesar del discurso victimista del nacionalismo catalán, históricamente ha gozado siempre de un trato privilegiado en términos económicos y fiscales. Esa situación no cambió siquiera con la articulación del estado moderno. Así, medidas como el denominado arancel Cambó, las ayudas recibidas durante el franquismo o el último estatuto han pretendido – y conseguido – mantener esa situación de privilegio. A fin de cuentas, Escocia fue siempre una prima lejana y humilde de Inglaterra; Cataluña, una hermana privilegiada y rica de las otras regiones españolas.