Imprimir esta página

Daoíz y Velarde, los héroes del 2 de mayo

Jueves, 16 de Abril de 2015

La entrada de los franceses en España en 1808 dejó de manifiesto hasta qué punto el Antiguo Régimen estaba difunto. Mientras Carlos IV y su hijo Fernando convertían a Napoleón en árbitro de sus destinos, la aristocracia daba la bienvenida a los ejércitos imperiales.

Frente a tan vergonzosa capitulación, el honor nacional quedó salvado gracias a la gallardía del pueblo de Madrid alzado contra los franceses y a la resolución de dos capitanes de artillería llamados Luis Daoíz y Pedro Velarde. El primero era sevillano aunque de origen navarro y había combatido en el norte de África, en la guerra de la Convención contra Francia y frente a los ingleses en el asedio de Cádiz; el segundo, cántabro, había luchado en Portugal y era un especialista en artillería. Velarde ya había ideado un plan de sublevación contra los invasores que fue rechazado. La mañana del 2 de mayo, Daoíz se encontraba al mando del Parque de Artillería de Monteleón, con diecisiete hombres como única guarnición frente a ochenta soldados franceses enviados por Murat para controlar el recinto. Velarde acudió al parque con treinta y cinco hombres y logró la rendición de los franceses. A continuación, abrieron el parque a los paisanos que ya se habían alzado en el centro de Madrid y les entregaron armas. Mientras Velarde organizaba la defensa con unos ciento veinte paisanos y soldados, Daoíz se situó a la puerta del parque con una batería de cuatro cañones. Durante tres horas, rechazaron en varias ocasiones a fuerzas diez veces superiores que intentaban tomar el lugar acercándose por las calles de Fuencarral y San Bernardo. Sólo la falta de municiones y la intervención directa de los superiores militares los obligaron a capitular en unas circunstancias que costaron la vida al general francés Lagrange – que había insultado a Daoíz y que recibió la muerte de él – y a los dos héroes. En el curso de las horas siguientes, los patriotas del 2 de mayo fueron vilipendiados por las figuras del Antiguo Régimen. Mientras la Inquisición condenaba el alzamiento y los obispos amenazaban con la excomunión a los que se rebelaran contra los franceses, la Junta suprema de gobierno ofreció su presidencia al francés Murat insistiendo en que el ejército español era leal a Napoleón. No pasó mucho tiempo, sin embargo, antes de que España siguiera el ejemplo no de los que mandaban sino de los rebeldes Daoíz y Velarde.

Próxima semana: El Empecinado