Indíbil, su rey, favorable a la alianza con Cartago, en 218 a. de C., fue derrotado por el romano Cneo Escipión quien lo obligó a entregar rehenes y pagar impuestos. Indíbil no se dio por vencido y en 212 a. de C., con la ayuda de Asdrúbal Barca, venció a Cneo Escipión en Cástulo. Dos años después, con las tropas romanas en situación casi desesperada, Indíbil intentó asegurar su autonomía, pero Cartago le obligó a entregar elevadas cantidades de plata e importantes rehenes como su esposa. Fue un enorme error de Cartago porque apenas unos meses después, en el 209 a. de C., Indíbil pactó con Publio Cornelio Escipión una alianza contra Cartago que garantizaría la seguridad de las fronteras de los ilergetes y la devolución de rehenes. El pacto no funcionó y en 208 a. de C., Indíbil se volvió a enfrentar con Roma. Capturado en la batalla de Baecula, los romanos decidieron dejarlo en libertad incurriendo en una palmaria equivocación. En 207 a. de C., Indíbil había forjado una gran alianza que agrupaba a los hispanos del valle del Ebro y del norte de Castellón, pero Escipión, dotado de un talento militar en nada inferior al de Aníbal, logró acorralar a Indíbil en un reducido territorio. El hispano intentó llegar a un acuerdo con Escipión, pero el romano se negó. Indíbil respondió lanzando su último desafío. En una península ya sometida casi por completo por las legiones, organizó una rebelión entre los pueblos del noreste de Hispania. Según las fuentes clásicas, reunió treinta mil soldados de infantería y cuatro mil de caballería. Sin embargo, Indíbil fue derrotado en 205 a. de C. y, esta vez, cayó en la batalla. Mandonio, capturado, sufrió la crucifixión que Roma reservaba para los rebeldes a su poder. Sin embargo, el capítulo más duro en la tarea de someter a Hispania estaba todavía por escribirse.
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