Serían, fundamentalmente, los españoles de a pie. He recordado mucho las palabras de Foxá en los últimos días al examinar la evolución del conflicto ucraniano. Cuando Estados Unidos, desdiciéndose de las promesas formuladas por Bush padre a Gorbachov, decidió avanzar las fronteras de la OTAN e incluir a naciones del antiguo Pacto de Varsovia y de la extinta URSS, sembró las semillas de un conflicto permanente y peligroso. Ya es bastante grave que los nacionalistas ucranianos se alcen contra el gobierno cada vez que no les gusta – lo hicieron en 2004 y en 2014 – derribar aviones para culpar a Rusia e incluso exterminar a la gente del este de la artificial nación que se resiste a ser oprimida, pero que Estados Unidos y, sobre todo, la UE los respalden constituye una estupidez de unas dimensiones indescriptibles. Putin puede gustar o repeler, pero de lo que no cabe duda es de que no se doblegará ante terroristas o ante potencias extranjeras para perjudicar los intereses nacionales de Rusia. No sólo eso. Cualquier intento de someter a su nación encontrará una acerada resistencia. Algún asesor de esos que no se han enterado de que la guerra fría acabó hace un cuarto de siglo, recomendó a Obama que diera una imagen de fuerza sancionando a Rusia y el inquilino de la Casa Blanca siguió el consejo. Mal hecho, pero peor resulta que la UE practicara un seguidismo que la perjudica trágicamente. Estados Unidos le ha dado una patada a Putin en nuestras posaderas que peor no puede ser para la UE, en general, y para España, en particular. Que se lo digan si no a nuestros hoteleros y agricultores que no se beneficiarán de los clientes rusos. ¡Y todo para defender a unos nacionalistas que honran a la División SS Galitzen! ¡Y todo para conseguir que suba el precio del gas y del petróleo rusos! ¡Y todo para que Rusia se distancie del G-7 y se acerque a China e India! No soy yo partidario de medidas drásticas, pero ciertos asesores y analistas deberían llevarse las patadas que sufrimos en nuestras posaderas.