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Lo que Occidente olvidó el sábado

Lunes, 11 de Mayo de 2015

​El sábado pasado, 9 de mayo, se celebró en Moscú y otras veinticinco ciudades rusas el Día de la Victoria sobre la Alemania nazi. Occidente decidió no participar en un acto de deplorable amnesia.

Guste o no guste reconocerlo, si Hitler fue derrotado se debió fundamentalmente al sacrificio de Rusia. No me refiero sólo a sus más de veinte millones de muertos en la lucha contra el III Reich sino a sus triunfos militares. Es cierto que los británicos vencieron en El-Alamein, pero aquella victoria fue apenas una escaramuza comparada con la gran batalla, la mayor de todos los tiempos, que libraban en paralelo los rusos en Stalingrado y que significó para Hitler la pérdida de un millón de soldados. También los anglo-americanos desembarcaron en Italia, pero no sólo su avance fue escandalosamente lento y el número de divisiones retenidas pequeño sino que los rusos, en esos días, fueron los que quebraron la columna vertebral de la Wehrmacht en Kursk. Nadie duda que, en junio de 1944, los aliados occidentales llegaron a Normandía, pero la operación hubiera sido un desastre de no haber lanzado Rusia una ofensiva que paralizó en el Este a un número de divisiones mayor que el estacionado en Francia, ofensiva de la que, comprensiblemente, Hollywood no nos ha hablado jamás. El mismo Churchill reconocería que cuando tuvo lugar la apertura de aquel segundo frente, los rusos ya habían despanzurrado – cito literalmente – al ejército alemán. Fueron también tropas rusas las que liberaron Auchswitz cuyas líneas férreas Roosevelt se había negado a bombardear. Documentos publicados hace apenas unos años por investigadores americanos han dejado incluso de manifiesto que si Japón se rindió no fue a causa de las bombas atómicas cuya verdadera naturaleza no comprendió sino por el temor a una invasión rusa que luego no devolvería un milímetro del terreno arrancado al imperialismo nipón. El sábado, sólo China, entre las grandes potencias, recordaba todo aquello, quizá porque es una nación que también sufrió en carne y terreno propios la segunda guerra mundial y que sabe que la retirada japonesa se debió a sus guerrillas y a Rusia. Se me objetará que Stalin era un dictador horrible. Sin duda, lo fue y nadie puede discutirlo. Sin embargo, Fernando VII fue un rey felón y eso no quita un ápice del heroísmo del pueblo español ni de su valor a la hora de combatir a un Napoleón que, por cierto, también fue batido por los rusos. Occidente ha decidido, al parecer, que es mejor alentar a unos nacionalistas ucranianos - que honran a la División ucraniana de las SS y que corren un tupido velo en el papel de ese nacionalismo ucraniano en las matanzas del Holocausto - y pasar por alto, por ejemplo, que el mejor aliado contra el terrorismo islámico siempre será Rusia y no las dictaduras árabes o los grupos como Al Qaida o ISIS, ayer aliados y hoy enemigos encarnizados. ¡Qué olvido más injusto y más suicida el del sábado pasado!