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Nancy Reagan o el poder detrás del trono

Martes, 15 de Marzo de 2016

La semana pasada falleció Nancy Reagan. Incluyó el obituario que al respecto escribí a petición del diario La Razón.

NANCY REAGAN o el poder detrás del trono

Su carácter nunca fue fácil y no debería sorprender con algunos de sus antecedentes. Nacida el 6 de julio de 1921 en Nueva York, con el nombre de Anne Frances Robbins, la separación de sus padres la llevó a ser criada por unos tíos de Maryland con los que convivió hasta que en los años cuarenta se trasladó a Hollywood. Las malas lenguas afirmaban que había echado el lazo a Ronald Reagan – a la sazón presidente del sindicato de actores cinematográficos – mediante el viejo y eficaz, al menos entonces, expediente de quedarse embarazada. Debe reconocerse que no sólo consiguió una boda sino una prolongada vida conyugal. De 1967 a 1975, fue la primera dama en California, el estado donde su marido, en calidad de gobernador, despegó como una figura de importancia nacional. Nancy desarrolló entonces una notable labor en el programa de abuelos adoptantes, destinado a encontrar a personas mayores dispuestas a ayudar a menores, maltratados o marginados. En 1981, llegó a la Casa Blanca junto a su esposo. Nancy deseaba devolver a la residencia presidencial un brillo que no tenía desde JFK. Sus intentos tuvieron resultados desiguales. Por ejemplo, su programa contra el consumo de drogas – el famoso “Sólo Di No” – gozó de popularidad, pero también la mayoría de los norteamericanos encontró insufrible que decidiera reemplazar toda la vajilla de la residencia presidencial o que se mostrara más que atraída por la moda. No era Eva Perón cargada de pieles, pero para muchos americanos medios resultaba excesiva. Sólo para ellos porque, en 1989, el Consejo de diseñadores de moda de América le concedió un premio a la labor de toda una vida.

Más difícil de tragar fue el descubrimiento de que llevaba la agenda presidencial según los consejos de una astróloga llamada Joan Quigley. Su afición por la pseudociencia era antigua, pero Nancy Reagan se zambulló en ella con verdadera pasión después de que su marido sufriera un intento de asesinato en 1981. Así, coloreaba los días según fueran más o menos favorables para el éxito. Con posterioridad, Nancy intentaría justificar esta conducta alegando que había sido una de las vías que había utilizado para combatir la ansiedad. El argumento no convenció, desde luego, a Donald Regan, el jefe de gabinete de la Casa Blanca. Cuando estalló el escándalo Irán-Contra, Nancy era partidaria de que, siguiendo el horóscopo, Reagan se fuera a casa para no perjudicar su salud en contra de las tesis de Donald Regan. El presidente no abandonó su cargo, pero despidió a su jefe de gabinete por haber discutido con Nancy. Su peculiar carácter explica también que tuviera más de un encontronazo con una Raisa Gorbachova que destacaba por ser más culta que ella. Así, cuando en el curso de una visita, Nancy se refirió a los seiscientos mil muertos de la guerra de Secesión, Raisa le recordó los más de veinte millones de soviéticos caídos en la segunda guerra mundial. Seca, Nancy Reagan le dijo: “ya me lo había dicho antes”. Incluso en una ocasión, ante un comentario erudito de Raisa, se volvió hacia un lado para decir: “pero ¿quién se ha creído ésta qué es?”. Tampoco estaba entre sus mejores cualidades la de no aceptar regalos. En 1989, el IRS, la Agencia tributaria de Estados Unidos, comenzó una investigación en la que no sólo no le aceptaron facturas falsas o caducadas sino que en 1992, concluyeron que no había declarado más de tres millones de dólares. Los Reagan pagaron.

A pesar de todos sus defectos – defectos que nadie niega en Estados Unidos - Nancy Reagan ha dejado tras de si una imagen positiva. El pueblo de Estados Unidos no niega que fuera el poder detrás del trono, pero, a la vez, cree que todo lo hizo por el bien de Ronnie, como llamaba a su marido, y que así quedó demostrado en unos cuidados que no se detuvieron cuando detectaron alzheimer a Reagan en 1994 y que continuaron incansables hasta su muerte en 2004. Su relación con los Kennedy fue casi familiar e incluso Michelle Obama la eligió como la antigua primera dama que la podía asesorar mejor a la hora de cómo irradiar clase desde la Casa Blanca. Hasta el último momento de sus 93 años, Nancy siguió trabajando en respaldar las investigaciones con células madre. Amando a su esposa durante décadas y cuidando de él hasta el final, trabajando hasta el último minuto y colaborando de buena gana con el adversario político, Nancy Reagan se manifestó como una verdadera americana porque Estados Unidos es así.