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División 250

Miércoles, 14 de Febrero de 2018

Recuerdo perfectamente la cubierta de esta novela publicada en la extinta colección Reno. Era un soldado de uniforme blanco que caminaba trabajosamente por la nieve con un irreal fondo malva. La portada del Círculo de lectores aún resultaba más gráfica. Una fila de militares iba difuminándose en el horizonte y transformándose en las cruces de un cementerio.

Ambas imágenes expresaban a la perfección el contenido de la que, a mi juicio, es la mejor novela que se ha escrito acerca de la División 250 más conocida como División Azul. Tomás Salvador, que fue voluntario en el frente del Este y sabía de lo que escribía, optó por elaborar un fresco gigantesco sin protagonistas individuales y en el que, como en el Juicio final miguelangesco, la infinidad de personajes dan cuenta de una gesta marcada por la tragedia. El entusiasmo de los que marchaban hacia la URSS temiendo que Alemania ganaría la guerra antes de que ellos entraran en combate; la dureza de una campaña en la que no se les dieron las envidiables botas alemanas; el calor de una navidad en los blocaos en la que incluso los ateos besaban llorosos el Niño Jesús presentado por el pater; la incomprensión ante la brutalidad de los nazis que convertían, por comparación, en una simple riña de pueblo los horrores de la guerra civil española; la inmensa tristeza de la derrota y el regreso de los perdedores son tan sólo alguno de los aspectos que Salvador retrató con un vigor y una maestría narrativas que nadie ha logrado superar. Así me lo corroboran los especialistas – bien pocos - en la Historia de la División. Lo creo y lo creo siquiera porque aún recuerdo el relato transmitido por Salvador del divisionario que se quiso traer a una rusa a España o el de los repatriados que hubieran querido desfilar con el fusil colgando del cuello como hacían los alemanes con sus metralletas, pero no pudieron porque el Mauser resultaba demasiado pesado. Leí esta novela extraordinaria siendo todavía un niño y en paralelo con las historias de Sven Hassel, pero División 250 me causó un sobrecogimiento mucho mayor seguramente porque sus protagonistas eran españoles que habían muerto o habían logrado sobrevivir con un sentimiento trágico de la vida que sólo parece poder anidar en un alma como la crecida en la vieja piel de toro. Quizá resida ahí la grandeza de este libro y quizá ésa sea la causa de que ahora mismo, como tantas obras imprescindibles, se encuentre descatalogado.