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Mephisto

Miércoles, 6 de Marzo de 2019

La idea de utilizar a los actores como arma política no es nueva.  A decir verdad, partió de la mente privilegiada de Willi Münzenberg, el agente preferido de Lenin para las tareas de agitación y propaganda. 

Razonaba el bueno de Willi que los actores eran ideales para convertirse en parte de plataformas de promoción de causas que interesaran a la Unión soviética o en meros abajofirmantes por dos razones.  La primera que mucha gente los conocía y que, por lo tanto, podía sentirse identificada con las consignas que ellos abanderaban; la segunda que, prescindiendo de su mayor o menor pericia interpretativa, el porcentaje de tontos y vanidosos era superior al de otras profesiones y por ello resultaban más fáciles de manipular.  Mephisto es, en no escasa medida, la historia de un actor de ese tipo en la Alemania de los años veinte y treinta del siglo pasado.  Descubrí la obra contemplando la versión cinematográfica que protagonizaba – por cierto, magníficamente - Klaus Maria Brandauer.  Con todo, la novela, leída en su contexto histórico, excede con mucho del marco temporal que antecedió y siguió a la llegada de Hitler al poder en enero de 1933.  El protagonista de Mephisto es un extraordinario intérprete – especialmente encarnando al Mefistófeles de Fausto – que, tristemente, no supera la categoría de necio incapaz de darse cuenta de hasta que punto las fuerzas políticas, del más diverso tipo, lo manipulan.  Así, pasará por una fase de izquierdismo progresista – en el que cree de todo corazón – para acabar zambulléndose en la recuperación de los valores nacionales con el nacional-socialismo alemán también sin excesivos problemas de conciencia.  En el fondo de su corazón, ni en su día comprendió lo que era la construcción del socialismo en una nueva sociedad ni tampoco es capaz de imaginar cabalmente lo que traerán consigo los seguidores de Hitler.  Simplemente logra interpretar como nadie a aquellos personajes que crearon dramaturgos de tiempos anteriores.  Cuando, al final, aún con el maquillaje estampado en la piel, comience a percatarse de cuál ha sido su triste papel durante años y años, ya servirá de poco porque la colosal estafa se ha consumado una vez más.  Hoy en día, muchos actores no llegan a darse cuenta ni siquiera de eso.