Y aún así la gente vino. Había de todo. Exiliados de Venezuela y huidos de Cataluña, gente en busca de una mejor vida en Estados Unidos y desengañados de España, lectores de mis libros y oyentes de mis programas de radio, gente de la televisión y gente de la prensa escrita. Bajo los auspicios del Inter-American Institute for Democracy y el Centro Cultural Argentino, sumados al español, Guillermo Lousteau realizó una magnífica presentación, yo dediqué unos minutos a glosar algunas de las conclusiones finales del libro y enseguida Manuel Aguilera – antes en El Mundo, ahora director del Diario de las Américas – se lanzó a entablar conmigo un coloquio sobre aquellas páginas nacidas de lo más hondo del alma. Reconozco que en los primeros momentos me temí que comenzáramos a hablar del cansino nacionalismo catalán y allí nos quedáramos atascados. Gracias a Dios no fue así. Por el contrario, Manuel fue llevando muy bien la conversación y cuando nos quisimos dar cuenta Guillermo Lousteau anunció que llevábamos más de dos horas de acto. Todavía duró algo más como ha dejado de manifiesto Wenceslao Cruz, el notario habitual de estos eventos. Yo espero que disfruten la conversación. Fue la tarde en que jugó Alemania contra Brasil.