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Mis libros: El escriba del faraón

Lunes, 31 de Marzo de 2014

En ocasiones, me han preguntado cuál fue mi primera novela. La respuesta no es fácil. La primera en un sentido estricto la escribí siendo un niño en dos blocs de espiral y a ella me he referido en mis memorias. Era la historia de un naufragio cuyas víctimas eran recogidas por un submarino en el siglo XIX… antes de que fuera inventado el submarino.

Con ella tuve mis primeros lectores – no mis primeros ingresos como escritor – pero tras ella pasarían casi veinte años hasta que escribí la segunda. Me lo sugirió Mathilde Sommeregger que entonces era editoria en Martínez-Roca. Habían ya publicado algunos libros míos de Historia y, de repente, decidieron abrir una colección de novela histórica. Un día se dejó caer diciéndome que si escribía alguna la examinarían. Nada más. Yo me puse a ello abordando un tema que siempre me ha apasionado: el de la diferencia entre la Historia real y la Historia oficial. Nebi, el escriba del faraón, es un hombre que tiene que ir dejando constancia de lo que el faraón Amenhotep II desea que las generaciones venideras crean de su reinado. Sin embargo, al mismo tiempo, escribe la verdad. No existe una contraposición absoluta, es cierto. Pero la realidad es muy, muy diferente a lo que desea el monarca. La gran contraposición se produce cuando una tribu de esclavos – que cree en un único dios – decide ser libre. Nebi, que ha vivido guerras e intrigas, mentiras y proclamas, desgracias y soledades, descubre que hay algo diferente en aquellas gentes. Es así como relata el Éxodo, esta vez no contado por Moisés como en la Biblia, sino por un egipcio que descubre mucho más de lo que habría esperado.

En otros libros, he mostrado que, en contra de lo que suele afirmarse, el faraón de la opresión no fue Ramsés II sino Tutmosis III, y el de el Éxodo Amenhotep II y no Merneptah. De hecho, Amenhotep II ordenó que se sepultara a su lado a un hijo primogénito que murió de manera inesperada – como en la última plaga del Éxodo – y perdió todo su ejército en un momento de su reinado – como en el Éxodo – de tal manera que durante los años siguientes, prácticamente, careció de política exterior.

La novela se reeditó varias veces – la última hace un par de años – e incluso logró que yo fuera el único autor español incluido en una serie de novelas de kiosko dedicadas al mundo del Antiguo Egipto. Son esos datos secundarios. En realidad, lo relevante es que la novela ha seguido teniendo una enorme actualidad – todo lo que se ha dicho de Suárez en los últimos días lo demuestra – porque nos lleva a recordar, quizá a saber, que casi nada de lo que dicen los poderosos y sus portavoces se corresponde con la realidad y porque nos apunta a que la única liberación real es la que viene de un Dios que prohibió tajantemente que se le representara con imágenes o que se rindiera culto a cualquier otro ser que no fuera él.