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III.- ¿Existió realmente Mahoma? (II): las fuentes históricas sobre Mahoma (II): el Corán (II)

Viernes, 20 de Septiembre de 2019

En el año 661, tuvo lugar el asesinato de Alí, califa, yerno y primo de Mahoma.  Sus seguidores – los shíitas – insistieron en su legitimidad y prefirieron al Corán de Otmán su propia recensión de las revelaciones de Mahoma.  Se trataba del denominado texto de Ibn Masud que hasta el s. X al menos se siguió utilizando de manera preferente en Kufa.   No puede sorprender que las monedas y las inscripciones oficiales de finales del s. VII citen el Corán de una manera que no es la canónica[19] o que la epístola de Hasan al-Basri también cite el Corán, pero de una manera que no es la del texto otmánico[20].

      Los manuscritos más antiguos del Corán han conservado, por añadidura, variantes del texto.  Los primeros ejemplares del Corán que nos han llegado completos son del s. IX, pero contamos con otros fragmentos más primitivos aunque su datación no resulte del todo segura.  Los más antiguos podrían ubicarse incluso en la primera parte del s. VIII.  Un ejemplo lo encontraríamos en la colección de San´a [21] que tanta controversia ha provocado en los últimos años.  Descubierta en el Yemen en 1972 por un equipo de arqueólogos germano-yemení en la Gran mezquita, esta colección ha permitido ver que el número de las variantes del Corán es mucho mayor de lo que se había pensado hasta la fecha; que la ortografía de estos manuscritos también difiere de la que tenemos en las ediciones del Corán canónico y que el orden de las suras es distinto sin que, por el contrario, coincida siempre con el orden divergente que conocemos de otras versiones del Corán distinta de la Vulgata otmánica [22].   La idea, pues, de que el Corán es una copia exacta de un original que existe en el cielo puede tener su interés como afirmación teológica, pero no coincide, desde luego, con los restos que se han hallado y eso a pesar de la destrucción ordenada por Otmán.  A decir verdad, se trata de una afirmación totalmente falsa y desmentida por la Historia y los documentos.  Si de algo podemos estar seguros es de que el texto del Corán fue objeto de innumerables alteraciones.

      La canonización completa del texto del Corán se produjo, finalmente, durante el califato de Abd al-Malik (685-705) cuando, bajo el emir omeya de Irak, Hajiaj ibn Yusuf (694-714) se estableció finalmente lo que podríamos denominar una "scriptio plena".   Con todo, el problema no quedó del todo solventado.  A mediados del s. IX, se fue extendiendo la opinión de que el texto se sostenía sobre siete “cadenas” de sabios de una autoridad reconocida.  A inicios del s. X – es decir, tres siglos después de Mahoma – todavía tuvieron lugar en Baghdad dos procesos contra algunos doctores.  Uno de ellos, Ibn Shannabudh, había llegado a arrogarse el derecho de mantener el texto de Otmán con las variantes shíitas[23].   Al fin y a la postre, se optó por llegar a un compromiso con el texto sagrado en el que se confirmó la autoridad de los siete transmisores sumada a la de otros siete.  De esa manera, en el s. X, el texto estaba prácticamente fijado y el andalusí ad-Dani (m. 1053) pudo escribir un comentario a la recensión de los siete transmisores.  En el sunnismo la cuestión aparece zanjada. 

       No sucederá igual en el shíismo.  Ibn Hazm, por ejemplo, menciona como los jariyitas consideraban que la sura 12 era falsa y no formaba parte del Corán.  Igualmente, los shiítas insistieron en que Abu Bakr y Omar habían arrancado del Corán todos los textos que podían sustentar la legitimidad espiritual y política de Alí.  Así, según ellos, en las suras 15 y 24, se habrían quitado docenas de aleyas.  No fueron, desde luego, los únicos que insistieron en los cambios sufridos por el texto coránico.   El célebre bibliófilo iraquí Ibn an-Nadin (m. después de 977) dejó testimonio de cómo había visto en Kufa dos antiguos Coranes que contenían textos en que el orden de los textos, los títulos de las suras y el número de las aleyas ofrecían notables divergencias con el Corán canónico de Otmán[24].  La realidad, pues, es que las variantes del Corán resultan históricamente innegables[25] aunque, a día de hoy, no hayamos establecido una relación exhaustiva de las mismas.       

      Además de las dificultades relacionadas con su transmisión, el texto del Corán plantea el problema de la escasez de datos históricos contenidos en él.  Por ejemplo, el Antiguo Testamento contiene abundantes datos históricos sobre Moisés, David o Salomón mientras que el Nuevo Testamento recoge incluso más referencias a la vida de Jesús o a Pablo de Tarso.  No podemos afirmar lo mismo en el caso del Corán.  A decir verdad, su texto muestra una enorme parquedad respecto a nombres y referencias[26].  El Corán cita tan sólo cuatro comunidades religiosas (judíos, cristianos, magos y sabeos); tres divinidades árabes (todas ellas femeninas); tres personajes de la época (uno de ellos es Mahoma); dos grupos étnicos (coraishíes y romanos) y nueve lugares.  De estos lugares, cuatro son mencionados con referencia a hechos militares (Badr, la Meca, Hunayn y Yatrib); cuatro en relación con el santuario (tres de esos lugares tienen que ver con ritos de peregrinación y un cuarto, Bakka, puede que sea tan sólo un nombre alternativo para la Meca) y uno más que es el monte Sinaí.  Por añadidura, las referencias incluso en esos casos aislados resultan muy escasas.  Por ejemplo, Mahoma es mencionado cuatro veces como tal y, posiblemente, una como Ahmad.   

      Desde una perspectiva historiográfica, estas referencias son, obviamente, escasas aunque la tradición islámica ha intentado sortear esa dificultad mediante la vinculación de ciertos pasajes coránicos con determinados hechos.  Sin embargo, esta situación plantea un problema muy grave como es el de determinar hasta qué punto una tradición realmente arroja luz sobre un pasaje del Corán o, por el contrario, ha sido creada para facilitar la interpretación del texto coránico[27].  No se trata, sin duda, de una tarea fácil y las mismas tradiciones islámicas no están al respecto a salvo de contradicciones.  Abida al-Salmani se negó, por ejemplo, a finales del s. VII a interpretar una aleya del Corán alegando que ya habían muerto los que podrían haber aclarado su contexto histórico[28].  Su posición denotaba - ¿quién puede dudarlo? – una considerable honradez intelectual.  Sin embargo, no puede afirmarse que esa haya sido la línea seguida por el islam a lo largo de los siglos.

CONTINUARÁ


Sobre Mahoma, véase:  J. Akhter, The Seven Phases of Prophet Muhammad´s Life, Oak Brook, 2001 (un interesante estudio de un autor musulmán sobre la evolución vital de Mahoma) ; Tor Andrae, Mahoma, Madrid, 1980 (un excelente ensayo centrado fundamentalmente en los aspectos espirituales del personaje) ; Idem, Les Origines de l´islam et le christianisme, París, 1955 ; K. Armstrong, Muhammad.  A Biography of the Prophet, Nueva York, 1992 (una biografía irénica de Mahoma) ; J. Azzi, La vie privée de Mahomet, Versalles, 2007 (un análisis extraordinariamente interesante sobre la vida íntima de Mahoma) ; R. Blachère, Le Problème de Mahomet, París, 1952 ; M. Cook, Muhammad, Oxford-Nueva York, 1983 (una introducción breve a la vida de Mahoma y a los problemas historiográficos que plantea); J. Chabbi, « Histoire et tradition sacrée.  La biographie impossible de Mahomet » en Arabica, XLIII, 1996, número sobre L´Œuvre de Claude Cahen.  Lectures critiques, pp. 189-205 ; Idem, Le Seigneur des tribus.  L´islam de Mahomet, París, 1997 ;  E. Dermenghen, Vida de Mahoma, Barcelona, 1942 ; Idem, Mahomet et la tradition islamique, París, 2003 ; T. Fahd (ed)., La Vie du prophète Mahomet.  Colloque de Strasbourg (octobre 1980), París, 1983 ;  F. Gabrieli, Mahomet, París, 1965;  C. V. Gheorgiu, La vida de Mahoma, Barcelona, 1986 (una biografía de Mahoma redactada por un sacerdote con un notable conocimiento de las fuentes isámicas); J. Glubb, The Life and Times of Muhammad, Chelsea, 1970 (una biografía sólida de Mahoma, pero con una aceptación acrítica de las fuentes islámicas) ; A. Guillaume, The Life of Muhammad.  A Translation of I. Ishâq´s Sirat Rasûl Allâh, 5 ed, Oxford, 1978;  Ali Sina, Understanding Muhammad.  A Psychobiography, La Vergne, 2010 (un interesentasímo análisis psiquiátrico de Mahoma); Ibn Warraq, The Quest for the Historical Muhammad, Nueva York, 2000;  H. Lammens, “Qoran et tradition, comment fut compose la vie de Mahomet” en Recherches de Science Religieuse, 1910, t. 1; M. Lings, Muhammad.  Su vida, basada en las fuentes más antiguas, Madrid, 1989 (una hagiografía escrita por un converso al islam en la que se recogen todas las fuentes islámicas de manera totalmente acrítica) ; H. Motzki (ed), The Biography of Muhammad.  The Issue of the Sources, Leyden-Boston-Colonia, 2000; F. E. Peters, Muhammad and the Origins of Islam, Nueva York, 1994 ; T. Ramadan, The Messenger.  The Meaning of the Life of Muhammad, Londres, 2007 (una verdadera hagiografía musulmana más interesante por lo que omite que por lo que relata) ; E. Renan, “Mahomet et les origins de l´islamisme” en Revue des Deux Mondes, XII, 1851, pp. 1063-1101 ; U. Rubin, The Eye of the Beholder.  The Life of Muhammad as Viewed by the Early Muslims.  A Textual Analysis, Princeton, 1995;  Idem (ed), The Life of Muhammad, Aldershot, 1998; Idem, “The Life of Muhammad and the Islamic Self-Image” en Motzki (ed), The Biography, 2000, pp. 3-17;  J. Vernet, Mahoma, Madrid, 1987 (una biografía basada fundamentalmente en las fuentes islámicas con escaso criterio historiográfico);  W. M. Watt, Mahoma, profeta y hombre de estado, Barcelona, 1967 (una de las biografías clásicas de Mahoma, muy criticada por los estudiosos recientes de las fuentes islámicas al considerarla poco crítica); G. Widengren, Muhammad, the Apostle of God and his Ascension, Uppsala, 1955.   

[19]  M. Cook, The Koran…, pp. 122 ss.

[20]  M. Cook, The Koran…, pp. 120 ss.

[21]  G-R.  Puin, “Observations on Early Qur´an Manuscripts in San´a” en S. Wild (ed), The Qur´an as Text, Leyden-Nueva York-Colonia, 1996;

[22]  En ese mismo sentido, M. Cook, The Koran…, p. 122.

[23]  R. Blachère, Le Coran…, p. 23.

[24]  R. Blachère, Le Coran…, p. 26.

[25]  En un sentido similar, véase: M. Cook, The Koran, Oxford, 2000, pp. 72 ss.

[26]  En el mismo sentido, véase: M. Cook, Muhammad, Oxford, 1996, pp. 69 ss.

[27]  M. Cook, Muhammad…, pp. 70 ss.

[28]  M. Cook, Muhammad…, p. 71.