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(LI): El regreso a la Meca (IV): El llamado a los soberanos

Viernes, 11 de Diciembre de 2020

Hemos hecho referencia en las páginas anteriores al talento diplomático de Mahoma. Por muy laxa que pudiera ser la red de alianzas establecida por él en relación con las tribus árabes, poco puede dudarse de que implicó una circunstancia poco conocida en la Historia de Arabia y que se sustentó en una notable habilidad.  En unos años y partiendo de unos recursos muy limitados, Mahoma fue aislando a los coraishíes, exterminando o provocando el exilio de los árabes convertidos al judaísmo y modelando un nuevo tipo de orden social que puede calificarse si se quiere de embrionario, aunque, sin duda, poderoso.  Es precisamente en el curso de esta época cuando sitúa la tradición los intentos de Mahoma de trascender el estrecho marco de Arabia para lanzar su mensaje más allá de sus fronteras.  La tradición – que no siempre presenta el mismo grado de verosimilitud – hace referencia a distintas misivas enviadas por Mahoma en las que invitaba a sus destinatarios a abrazar su predicación y les advertía de las terribles consecuencias que se derivarían de rechazar su ofrecimiento.

No nos ha llegado el texto de la misiva dirigida al Negus de Abisinia, pero parece verosímil que existiera ya que este soberano había recibido a algunos seguidores de Mahoma años atrás y profesaba un cristianismo desvinculado de las sutilezas teológicas del cristianismo ortodoxo y del occidental.  Para una persona que no lo conociera en profundidad – como pudo ser el caso de Mahoma – era fácil encontrar similitudes (negación de la Trinidad, creencia en Jesús como mesías, nacimiento de la Virgen María, etc) pasando por alto las diferencias y creyendo en la posibilidad de una respuesta positiva.  De hecho, no sabemos a ciencia cierta si a estas alturas Mahoma había rechazado ya la creencia en la muerte y resurrección Jesús expresada todavía en una sura tardía [1].

Un caso semejante debió ser el del Muqawqis – quizá el patriarca copto de Egipto[2] o un alto funcionario[3] - cuya misiva sí nos ha llegado y en la que se insistía en los puntos de acuerdo entre la predicación de Mahoma y la de los coptos, fundamentalmente, la adoración del único Dios, el rechazo de otros seres a los que dar culto y el repudio a la posibilidad de que alguien pudiera ser señor de otro prescindiendo de Dios.  Como en el caso del Negus, las coincidencias teológicas han quedado muy simplificadas a la vez que se han pasado por alto, quizá por desconocimiento y no por frío cálculo político, las diferencias ciertamente muy relevantes.

Otro grupo de cartas estuvo dirigido a personajes más sensibles a un argumento político que religioso.  Fue el caso del rey gassaní al-Harit b. abi Samir – que, según la tradición, estaba más que dispuesto a atacar Yatrib si el emperador bizantino Heraclio accedía a enviarle soldados – de Surahbil b. Amr – que dio muerte al emisario de Mahoma por cruzar su territorio sin llevar salvoconducto – del príncipe gassaní Shabala b. al-Ayham – entre cuyos descendientes señala la leyenda a los condes de Barcelona – y, sobre todo, del emperador bizantino Heraclio. 

Mahoma – que no pudo vengar la afrenta causada por Surahbil b. Amr, lo que indica las limitaciones de su poder a la sazón – no debía conocer especialmente bien la situación política en el exterior de Arabia.  De hecho, una aleya que podría ser de la época se refiere a una derrota experimentada por los bizantinos y una futura victoria  30: 1/2:

 

  1. Alif Lam Mim.  

      2.[4] Los romanos han sido vencidos

  1. [5]en la tierra más cercana. Pero, a pesar de su derrota, vencerán
  2. dentro de varios años[6].  Todo está en manos de Al.lah, tanto el pasado como el futuro. Ese día, los creyentes se regocijarán[7]
  3. por el auxilio de Al.lah. Auxilia a quien Él quiere. Es el Poderoso, el Misericordioso.

 

La realidad era que Heraclio no había sufrido ningún revés sino que, por el contrario, había vencido a los persas y recuperado lo que se creía que eran los restos de la Vera cruz.

Según la tradición[8], Heraclio habría mantenido un encuentro con algunos comerciantes de la Meca – entre ellos Abu Sufyan – para recabar información sobre Mahoma.  De acuerdo con esa tradición, Heraclio habría formulado una serie de preguntas a Abu Sufyan – el rango de la familia de Mahoma, la originalidad de sus ideas, su falta de antecedentes regios, sus seguidores pobres, el aumento de sus discípulos, la ausencia de apóstatas en sus filas, el respeto a los pactos y el resultado de las batallas que habían tenido – para, acto seguido, proceder a la lectura de la carta de Mahoma.  Al concluir su lectura en voz alta, se habría producido un tumulto a su alrededor, se habría escuchado un grito y, al ordenar que Abu Sufyan y sus acompañantes abandonaran el recinto, éste habría llegado a la conclusión de que se acabaría produciendo el triunfo de Mahoma. 

Los distintos autores árabes han insistido en la veracidad de la misiva enviada por Mahoma a Heraclio e incluso en que ésta podría haber ido a dar a España [9] hallándose en posesión tanto de Alfonso VII como de Alfonso VIII de Castilla.  Como base para sostener tal idea, Ibn Fadl Allah al-Umari (m. 748/1347) llegó incluso a señalar que el rey de España era descendiente de Heraclio, punto éste sin base histórica alguna. 

En realidad, podemos dar por bastante posible que Mahoma enviara una misiva a Heraclio; más que dudoso que le causara el menor impacto – no lo consiguió, por ejemplo, con régulos árabes que eran menos importantes y debían de estar más al corriente de su poder – y muy difícil de creer que el emperador convocara a Abu Sufyan y a otros habitantes de la Meca para conocer su opinión.  Heraclio, desde luego, no aceptó abrazar el Islam, pero Mahoma tenía preocupaciones más cercanas.

CONTINUARÁ


[1]  Ver supra, pp.  .

[2]  En ese sentido, J. Vernet, Oc, p. 140.

[3]  Ésa es la tesis de  B. Rogerson, The Prophet Muhammad.  A Biography, Londres, 2003, que además reproduce una traducción del texto, p. 179.

[4]  Aleya 1 en la edición del rey Fahd.

[5]  Aleya 1 en la edición del rey Fahd.

[6]  Esta frase es la aleya 2 en la edición del rey Fahd.

[7]  Aleya 3 en la edición del rey Fahd.

[8]  Sahih al-Bujari 1, 6, 7.

[9]  Un resumen de esas referencias en J. Vernet, Oc, p. 144.