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(LX): El final (V): El final (III): La resurrección que no llegó

Viernes, 19 de Marzo de 2021

El 25 de du-l-qaada del año décimo de la nueva era (22 de febrero de 632), en el aniversario de su marcha sobre Hudaybiyya, Mahoma, la práctica totalidad de su familia y unos cien mil seguidores se dirigieron a la Meca.  Con posterioridad, se denominaría a esta peregrinación la de despedida, pero esa circunstancia no era sospechable entonces.  De momento, los problemas con los que tenía que enfrentarse Mahoma eran de orden más bien litúrgico como, por ejemplo, qué hacer con Aisha que estaba con la menstruación o con Alí que regresaba de Nashran sin haber tenido tiempo para purificarse ritualmente.  Se trató de inconvenientes que Mahoma fue resolviendo antes de alcanzar la Meca el 4 de du-l-hishsha (2 de marzo de 632). 

El viernes 9 de du-l-hishsha (8 de marzo de 632), en Arafa o, según otras tradiciones, en la colina de al-Rahma, Mahoma pronunció el denominado sermón de adiós o de ¿os he transmitido?.  Dado el número de seguidores que lo escuchaba y guiado por el deseo de que hasta el último de ellos llegara el contenido de la predicación, sus palabras fueron repetidas con voz más potente por Bilal. 

      El contenido de esta predicación de Mahoma resulta bien revelador[1].  Mahoma declaró la inviolabilidad de la sangre, los bienes y el honor de sus seguidores; afirmó que debían devolverse los depósitos y suprimirse los préstamos con interés; anunció la supresión de los cargos previos a su predicación con la excepción de los de guardián de la Kaaba y de aguador de los peregrinos; confirmó la aplicación de la ley de talión para los delitos de sangre; señaló algunas variaciones referentes al calendario; dedicó bastante espacio a enseñanzas relacionadas con la vida conyugal subrayando que Al.lah había permitido a los maridos apartar a sus esposas, utilizar camas separadas y pegarlas, pero sin excederse; acentuó la fraternidad de sus seguidores y, finalmente, advirtió en contra de apostatar cuando tuviera lugar su muerte.   Llegado a ese punto, Mahoma concluyó diciendo:

 

      “¿Os he transmitido el mensaje?  Oh, Al.lah, da testimonio de ello”

  

     En ese momento, los presentes respondieron que sí y Mahoma añadió algunas normas relacionadas con el derecho de familia y sucesiones para concluir deseando la paz.

     Según una tradición transmitida por Hamidullah, ese mismo día descendió la que habría sido última aleya del Corán, la contenida en 5: 5/3:

 

3[2]. Os está prohibida la carne mortecina, la sangre, la carne de cerdo, la de animal sacrificado en nombre de otro que no sea Al.lah, la de animal asfixiado, o muerto de un golpe, de una caída, de una cornada, la del devorado parcialmente por las fieras -excepto si aún lo sacrificáis vosotros-, la del inmolado en piedras levantadas[3]. Consultar la suerte valiéndose de flechas es una perversidad. Hoy quienes no creen han perdido la esperanza de vuestra religión. ¡No les tengáis, pues, miedo a ellos, que están desesperados con vuestra religión, he completado Mi bendición sobre vosotros y he aceptado complacido el Islam como religión.  Si alguien se ve obligado por hambre, sin intención de pecar,...Al.lah es perdonador, misericordioso.

 

     El dato puede corresponderse con la realidad histórica, pero lo cierto es que la aleya ha llegado hasta nosotros empotrada en medio de una serie de disposiciones alimenticias que encajan mal con la última predicación de Mahoma.  Sea como sea, en rememoración de esta revelación última celebran los musulmanes la Id al-kabir o Gran fiesta. 

CONTINUARÁ


[1]  Traducción española en J. Vernet, Oc, pp. 181 ss.

[2]  Esta aleya es la 4 en la edición del rey Fahd.

[3]  Es decir, sobre un altar.