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XXXI.- La Hégira (V): Las primeras expediciones

Viernes, 22 de Mayo de 2020

Conociendo la trayectoria pacífica que Mahoma había seguido durante años, se habría esperado que la mantuviera ahora que disfrutaba del apoyo de Yatrib.  Sin embargo, en un quiebro de su trayectoria verdaderamente llamativo, Mahoma decidió recurrir al uso de la fuerza para ir ampliando su influencia.  En el mes de safar/julio, a la cabeza de un grupo de unos sesenta voluntarios, inició la expedición de al-Abwa o Waddan contra los coraishíes y sus aliados, los Banu Damra b. Bakr b. Abd Manat b. Kinana.  No logró encontrar a los primeros, pero los segundos aceptaron concluir un pacto de amistad.  Se trató sólo del inicio.  A esta primera expedición siguieron otras con las que Mahoma no sólo fue ampliando su área de influencia sino también fogueando unas fuerzas militares todavía novatas.  Pero el aumento de poder de Mahoma no se iba a detener allí.  Hasta entonces, Mahoma había contado con un cuerpo de nuqaba (asesores) que había sido nombrado al suscribirse el Juramento de la guerra y que, en cierta medida, limitaba su autoridad.  Ahora, poco a poco, Mahoma comenzó a ser visto como un caudillo único que, por añadidura, acumulaba el cargo de cualquier naqib que pudiera fallecer.  De esa manera, el que había sido un “hombre bueno” dotado de una autoridad más moral que real se fue convirtiendo en muy poco tiempo en un verdadero caudillo cuya autoridad difícilmente podía ser cuestionada. 

En rashab (enero de 624), Mahoma envió una expedición hacia el sur al mando de Abd Allah b. Shahs al-Asadi.  Al partir, Mahoma le entregó un escrito sellado con instrucciones – circunstancia que algunos interpretan como prueba de que sabía leer y escribir[2] - que sólo debía abrir tras dos días de marcha.  Efectivamente, al cabo de ese plazo, al-Asadi leyó el texto y supo que debía dirigirse a Najla, entre la Meca y Taif.  Alí debía ponerse al acecho y comunicar lo que pudiera suceder.  Sin embargo, al parecer, al-Asadi se excedió en sus instrucciones y cuando descubrió una caravana, la asaltó.  El expolio, por añadidura, se produjo en mes sagrado y además tuvo un muerto como consecuencia trágica.  Ciertamente, los hombres de Mahoma regresaron a Yatrib con botín, pero inmediatamente cundió el desánimo porque era sabido que el derramamiento de sangre exigía su castigo. 

CONTINUARÁ

Véase: J. Akhter, Oc, p. 69 ss; T. Andrae, Mahoma…, pp. 194 ss; K. Armstrong, Oc, pp. 164 ss; M. Cook, Muhammad…, pp. 12 ss; E. Dermenghem, Mahomet…, p. 45 ss; J. Glubb, Oc, pp. 174 ss; M. Lings, Oc, pp. 153 ss; J. Vernet, Oc, pp. 82 ss; W. M. Watt, Oc, pp. 93 ss; C. V. Gheorghiu, Oc, pp. 254 ss.

[2]  En ese sentido, J. Vernet, Oc, p. 82.  Ciertamente, es muy posible que así fuera, pero el argumento no resulta tan concluyente si se recuerda que tenía un secretario.  Véase pp.  .