Imprimir esta página

Viaje a México (IV): Saltillo

Martes, 5 de Septiembre de 2017

Si Monterrey fue una experiencia breve e intensa – y primera porque es más que posible que vuelva incluso antes de que acabe el año – Saltillo va a ser todavía más intensa y dilatada.

Me recoge Mark Dunbar que junto a José Curiel ha sido uno de los grandes artífices de esta agitada, pero provechosa jira. Como tantas localidades a lo largo de la Historia, Saltillo se fundó por la cercanía de agua, esa agua tan indispensable para poder cultivar los campos y dar de beber a personas y ganados. En su caso, puede que el nombre derive de un ojo de agua cercano o de la corrupción de una palabra chichimeca que significa “tierra alta de muchas aguas”. De los chichimecas volveré a hablar, pero ya adelanto que ni Hernán Cortés pudo con ellos. Se afirma que los españoles que acabaron asentándose en la zona no lo hicieron gracias a una conquista prácticamente imposible sino a la existencia de territorios vacíos. La versión no es exacta. Los españoles no sólo se enfrentaron con los indígenas sino que además se lucraron con su captura y venta como esclavos para las ciudades donde había explotaciones mineras. Así sucedió desde que el primer grupo llegó a Cohauila a finales de 1568. Luego se fueron sucediendo las fundaciones con nombres tan significativos como Nueva Galicia, Nueva Vizcaya o Santiago de Saltillo.

Saltillo ha reaparecido varias veces a lo largo de la Historia de México con una repercusión no escasa. Por ejemplo, en 1847, en la batalla de la Angostura se enfrentaron las tropas norteamericanas de Zachary Taylor con las mexicanas del general Santa Anna, el conquistador del Alamo. Las tropas mexicanas eran el doble que las norteamericanas y, en algún momento, pareció que se iban a imponer, pero, al fin y a la postre, se retiraron. El coste fue elevado. México perdió la guerra y con ella buena parte de su territorio que se integraría en el de Estados Unidos. A casi dos siglos de distancia, no parece que los mexicanos recuerden aquel episodio. Por el contrario, la gente que yo conozco intenta vivir de la mejor manera posible y, de forma muy especial, procura enfrentarse con los problemas que se han extendido a lo largo de siglos. Coahuila, por ejemplo, tiene la tercera tasa de desempleo más alta de México que es… del 4.6 por ciento. No hace falta decir que ni siquiera Aznar logró España alcanzar esa cifra. A decir verdad, tendríamos que retroceder a la época de Franco para encontrar algo parecido.

Mis exposiciones giran en torno a la Reforma y su legado y a la ideología de género. En este último caso, incluso acuden varios medios de comunicación. Cuando hablo, por ejemplo, de la manera en que el principio de supremacía de la ley – ése que Calvino defendió frente al cardenal Sadoletto – ha estado ausente de la Historia de México y la resumo de manera breve, pero sustanciosa no observo nada más que gestos de asentimiento entre los presentes. No hay manera de engañarse. México es un gran país. Sus gentes, sus paisajes, sus riquezas son admirables, pero jamás ha disfrutado de los valores bíblicos que recuperó la Reforma. Ha desconocido esa escuela gratuita, obligatoria y pública establecida desde el siglo XVI en las naciones reformadas; nunca ha tenido la cultura del trabajo o de las finanzas que trajo la Reforma; por supuesto, conceptos como la separación y limitación de los poderes o la supremacía de la ley han sido burlados una y otra vez y la idea de que la mentira y el hurto son pecados veniales es tan común como en España o el resto de Hispanoamérica. Con esa losa cultural a las espaldas lo que maravilla es que haya podido hacer más. Así lo explico con datos, con cifras, con fuentes y lo entienden a la perfección dejándolo de manifiesto en los tiempos de diálogo y de preguntas. Conmigo no se pueden portar de manera mejor. Una vez más, revivo aquella experiencia tantas veces vivida en España, la de firmar los libros de los que han acudido a escucharme a las conferencias. Son gente amable, con interés en los temas, que insiste en fotografiarse conmigo. De todos, me despido en la esperanza de que no tardaremos mucho en vernos.

En otro orden de cosas, compruebo que la piel del zapato ha comenzado a desprenderse peligrosamente por el lado interior. Espero que aguante los pocos días que me quedan de estar en México, pero no me hago muchas ilusiones. Mark me insiste en que al llegar a Iraguato me haga con unos zapatos nuevos. Según me dice, trabajan la piel y el cuero a la perfección y el calzado es una de sus especialidades. Puede ser, pero yo voy a intentar que el asendereado par que tengo aguante hasta el regreso a Miami. Veremos.

CONTINUARÁ