Por añadidura, existen, en nuestra opinión, circunstancias que obligan a pensar en una redacción final del Evangelio antes del 70 d. de C. Entre ellas habría que destacar especialmente:
- La cristología muy primitiva: Jesús es descrito como "profeta y rey" (6, 14 ss); "profeta y mesías" (7, 40-2); "profeta" (4, 19 y 9, 17); "mesías" (4, 25); "hijo del hombre" (5, 27) y "maestro de Dios" (3, 2). Aunque, ciertamente, Juan hace referencia a la preexistencia del Verbo, tal concepto está presente asimismo en otras fuentes antiguas.
- El trasfondo: que - como ya se percató Dodd - sólo encaja en el mundo judío palestino anterior al 70 d. de C.;
- La ausencia de referencias a circunstancias posteriores al 70 d. de C.: la única sería, aparentemente, la noticia en relación con la expulsión de las sinagogas de algunos cristianos (Jn 9, 34 ss; 16, 2). Para algunos autores [1], tal circunstancia está conectada con el birkat ha-minim, al que nos hemos referido en mi libro Los primeros cristianos e indicaría una redacción posterior al 80 d. de C.. Lo cierto, sin embargo, es que utilizar el argumento de la persecución para dar una fecha tardía de redacción de los Evangelios no parece que pueda ser de recibo desde el estudio realizado al respecto por D. R. A. Hare [2]. De hecho, tal medida fue utilizada ya contra Jesús (Lc 4, 29); Esteban (Hch 7, 58); y Pablo (Hch 13, 50), con anterioridad al 66 d. de C. Por otra parte, cuenta con numerosos paralelos en la historia judía posterior desde Rabi Eliezer a los primeros jaisidim pasando por Spinoza;
- La ausencia de referencias a los gentiles en el Evangelio: lo que obliga a datarlo en una fecha muy temprana, cuando tal posibilidad tenía poca relevancia, y lo que hace imposible que armonice con un contexto efesino);
- La importancia dada a los saduceos: se sigue reconociendo el papel profético del Sumo sacerdote (Jn 11, 47 ss), lo que carecería de sentido tras el 70 d. de C. - no digamos ya tras Jamnia - dada la forma en que este segmento de la vida religiosa judía se eclipsó con la destrucción del Templo);
- La ausencia de referencias a la destrucción del Templo: la profecía sobre la destrucción del Templo atribuida a Jesús (2, 19) no sólo no se conecta con los sucesos del año 70, sino con los del 30 d. de C. En un Evangelio donde la animosidad de los dirigentes de la vida cúltica está tan presente - algo con paralelos en los datos suministrados por el libro de los Hechos en relación con Juan – tal ausencia resulta inexplicable si es que, efectivamente, el Evangelio se escribió después del 70 d. de C.);
- La descripción topográfica: la misma resulta rigurosamente exacta[3], hasta el punto de que no sólo revela un conocimiento extraordinario de la Jerusalén anterior al 70 d. de C., sino que además considera que la misma no "fue" así, sino que "es" así (4, 6; 11, 18; 18, 1; 19, 41)) y,
- El hecho de que no se halla producido la muerte del Discípulo amado aunque eso sería lo normal: esta circunstancia, indicada en el c. 21, ha sido utilizada para justificar una fecha tardía de la fuente, y más teniendo en cuenta que presupone la muerte de Pedro (21, 18-23) quizá en la cruz (comp. con 12, 33 y 18, 32). Con todo, tal aspecto nos indicaría como mucho una fecha posterior al 65 d. de C. De hecho, en ese contexto cronológico, preguntarse si el Discípulo amado (y más si se trataba de Juan) iba a sobrevivir hasta la venida de Jesús resultaba lógico puesto que Santiago había muerto en el 62 d. de C.; Pedro en el 65 y Pablo algo después. Es asimismo lógico que muchos pensaran que la Parusía podía estar cercana y que, quizá, el Discípulo Amado viviría hasta la misma. El no era de la misma opinión. No era lo que Jesús les había dicho a él y a Pedro, sino que Pedro debía seguirlo sin importar lo que le sucediera al primero (Juan 21, 21 ss). Ahora Pedro había muerto (65 d. de C.) pero nada indicaba que, por ello, la Parusía estuviera cerca. Una vez más, la destrucción del Templo en el 70 d. de C. no es mencionada.
CONTINUARÁ
[2] D. R. A. Hare, ”The Theme of Jewish Persecution of Christians in the Gospel according to St Matthew”, Cambridge, 1967, pgs. 48-56.
[3] En este sentido ver: J. Jeremias, ”The Rediscovery of Bethesda, John 5. 2”, Louisville, 1966; W. F. Albright, ”The Archaeology of Palestine”, Harmondsworth, 1949, pgs. 244-8; R. D. Potter, "Topography and Archaeology in the Fourth Gospel" en ”Studia Evangelica”, I, 73, 1959, pgs. 329-37; Idem, ”The Gospels Reconsidered”, Oxford, 1960, pgs. 90-8; W. H. Brownlee, "Whence the Gospel According to John?" en J. H. Charlesworth (ed.), ”John and the Dead Sea Scrolls”, Nueva York, 1990.