Programa completo de La Voz de César Vidal publicado el martes 12 de mayo de 2020.
Va pasando el tiempo bajo el coronavirus; sigue aumentando el número de contagiados; se incrementan las cifras de fallecidos – en no pocos casos, gente cercana - y confieso que, de verdad, que hay cosas que no entiendo. Permítanme que de algunos ejemplos.
Palabras al aire con Sagrario Fernández-Prieto.
Las noticias económicas del día con César Vidal y Lorenzo Ramírez.
Las noticias del día con César Vidal y María Jesús Alfaya.
El editorial de César Vidal.
Programa completo de La Voz de César Vidal publicado el lunes 11 de mayo de 2020.
Este fin de semana fue el septuagésimo quinto aniversario del final de la Segunda guerra mundial. En circunstancias normales, hubiéramos tenido celebraciones patrióticas, ensalzamiento de minúsculas naciones que colaboraron con Hitler, pero ahora forman parte de la NATO o aspiran a ello y, con seguridad, la exclusión de Rusia. Como otros años. El coronavirus nos ha salvado de esa vergüenza colectiva. Porque la verdad es que el conflicto no lo ganó Churchill – al que se ha recordado casi en exclusiva estos días – sino los soldados del Ejército rojo. Los números cantan. Para el verano de 1941, cuando Hitler invadió la URSS, Gran Bretaña no había dejado de retroceder derrota tras derrota, Francia estaba fuera de combate y todo el continente se inclinaba ante el III Reich. Cuando el 7 de diciembre de 1941, Estados Unidos entró en la guerra, los rusos habían perdido millones de vidas, pero, eso sí, habían contenido en Moscú a las fuerzas alemanas. Era la única nación que había conseguido hacerlo. También era la última que había optado por pactar con Hitler en el terreno diplomático. La primera en hacerlo, cuando Hitler era un recién llegado al poder, fue el Vaticano que le dio un espaldarazo mediante la firma de un concordato. Luego fueron desfilando todas. Polonia, Gran Bretaña, Francia… todas fueron firmando acuerdos con Hitler. En 1938, Italia, Gran Bretaña y Francia le entregaron un trozo de Checoslovaquia. A la ignominia quiso sumarse Polonia para llevarse también, de la manera vil que caracterizaba a los nacionalistas polacos, un pedazo de los despojos. Entonces la URSS ofreció a Gran Bretaña y Francia un millón de hombres para atacar conjuntamente a Hitler, pero las democracias se negaron. Su sueño era que Hitler y Stalin se enzarzaran entre ellos y luego recoger los pedazos. Pagaron caro aquel comportamiento todos comenzando por una Polonia que protagonizó una de las políticas más inmorales del período de entreguerras. En 1939, Stalin se sumó a la larga lista iniciada por el Vaticano y pactó con Hitler. Sabía que el austriaco iría a por Rusia y necesitaba tiempo. Pero volvamos a la guerra.
Resulta enorme revelador que tras referirse a ese Israel real – que no nacional – encabezado por los apóstoles, Lucas relate la carta magna que Jesús consideraba esencial para sus discípulos. En contra de lo que piensan algunos – como Gandhi – el sermón del monte de Mateo (5-7) y el de la llanura en Lucas tienen como objetivo a los discípulos y no al mundo en general. Es más que posible que Jesús repitiera esta predicación varias veces para que sus discípulos asimilaran una parte tan esencial de su predicación y que el sermón del valle lucano sea una de ellas. Como todas las predicaciones que se repiten, en algunos casos, son más largas o más breves, pero la esencia es la misma. También cabe que, mientras Mateo recoge multitud de elementos que tendrían interés para discípulos judíos, Lucas se haya limitado a aquellos que resultan de aplicación más universal.
Aquel muchacho escocés de veinte años sufrió una desgracia de notable envergadura cuando se hallaba en plena juventud. Se quedó completamente ciego. Se llamaba George Matheson y aspiraba a ser pastor lo que no parecía una meta posible dado su estado. Sin embargo, George no se desmoralizó. Por el contrario, confió en el Señor y decidió seguir adelante entregándose con mayor entusiasmo al estudio de la teología y de la Historia. Por increíble que parezca no sólo lo consiguió sino que además recibió un doctorado de la universidad de Edimburgo y llegó a ser miembro de la Sociedad real de esta misma ciudad.