Lo grave – lo digo con profunda inquietud – es que sigue sin conseguirlo. Juzguen ustedes. A inicios de 2016, el gobierno anunció que el déficit sería del 2.8 por ciento. En el mes de abril de 2016, de Guindos comprendió que las cuentas no iban a salir y solicitó a Bruselas que autorizara que el techo de déficit subiera al 3.6. No era poca subida, pero debió de pillar en un día tonto a los burócratas de la Unión europea porque decidieron elevarlo al 4.6 por ciento. Hubo quien pensó que en Bruselas estaban tan convencidos de la incompetencia de Montoro que decidieron tirar otro punto por alto a ver si, por una vez, alcanzaba la meta. En apariencia, así ha sido y el ministro de Hacienda se ha apresurado a decir que cómo el déficit se ha detenido cerca del 4.3 por ciento esta vez sí “hemos cumplido”. Me temo, con hondo dolor, que la afirmación es difícil de defender. De entrada, la cifra de endeudamiento de 2016 dada por el propio Banco de España asciende a 32.400 millones de euros – ya en enero de este año hemos superado los 9.000 millones – y, de salida, se sacaron 19.200 millones de euros de la conocida popularmente como hucha de las pensiones. Sólo sumando esas dos partidas llegamos a 51.600 millones de euros relacionados directamente con el déficit. Si nos creemos el PIB de 2016 dado por el gobierno – 1.1 billones de euros – resulta obvio que el déficit superó el 4.6 por ciento. Si, por el contrario, aceptamos los cálculos de otros economistas que sitúan el PIB de 2016 en 930.000 millones, el resultado todavía es peor. En otras palabras, la cifra de déficit anunciada hace un año por el gobierno no se ha cumplido ni por asomo. La cifra propuesta por el gobierno a Bruselas hace poco menos de un año tampoco se ha cumplido. El déficit – más que generoso – propuesto por la UE es más que dudoso que se haya cumplido a poco que se miren las cifras. ¿Hemos cumplido? Mientras examinamos con rigor los presupuestos, resulta obligado decir: menos lobos, Montoro.