Nada indica que vaya a disminuir – todo lo contrario – con Montero. Con todo y a pesar del expolio fiscal, ni están aseguradas las pensiones, ni los servicios se encuentran a la altura de lo tributado e incluso, por añadidura, hay sectores de la población absolutamente abandonados. Deténganse un momento en este dato: cerca de dos mil niños de Madrid, niños de menos de seis años de edad, se encuentran en lista de espera para recibir tratamiento temprano por retraso madurativo, parálisis cerebral, autismo o dolencias semejantes. Se trata de casos absolutamente sangrantes. Realmente es de vida o casi muerte. Juzguen ustedes porque si una de estas criaturas – pongamos una niña – con retraso madurativo no recibe la ayuda a tiempo simplemente no aprenderá a hablar. En su vida, logrará comunicarse verbalmente. Si se tratara de, en este caso, un varón, por ejemplo, con parálisis cerebral, la diferencia vendría entre poder caminar o no. En otras palabras, se pasará la vida en una silla de ruedas sin correr, andar o pasear. Para estos niños, hay retraso y carencia de fondos. Es comprensible. En Madrid, es cierto que no hay inmensos pesebrales destinados a que una lengua minoritaria sustituya al español, pero subvencionar cada año el desfile del día del orgullo gay cuesta mucho. Quizá tanto como otorgar ayudas a la vivienda a extranjeros que viven en la CCAA y que se llevan la práctica totalidad de las subvenciones por alquiler. Añádanse las becas de comedor en los centros educativos públicos que van a parar casi de manera exclusiva a familias que vinieron del otro lado del mar. Súmense los asesores innecesarios crecidos como hongos a la sombra del poder o las entidades feministas que nacen no de la sociedad civil - ¡qué va! – sino de féminas entrelazadas con los partidos o los inmigrantes ilegales para los que se crean puestos de trabajo artificiales no sean que incendien un barrio y lancen mesas a la policía. Todos ellos están por delante de unas criaturas de esta tierra cuyos padres no pueden atenderlas porque carecen de recursos o de empleo. Pero ¿qué más da si nunca llegan a hablar? ¿Qué importa si jamás consiguen dar un paso tras otro? Total, son niños.