Sí, es verdad que hay que ver las películas en versión original, pero, a mi, personalmente, esa circunstancia no me parece un inconveniente sino una ventaja sumada a la anterior. Antes de ayer, tuve la oportunidad de ver La la land. Sí, ya sé que no es My Fair Lady, ni West Side Story, ni siquiera Camelot. A pesar de ello, confieso que en varias escenas no pude evitar emocionarme hasta lo más profundo y que, cuando la película concluyó, por las mejillas me caían lagrimones como naranjas. Supongo que para explicar cómo me sentía podría recurrir a los paralelos y señalar que yo también tuve una novia a la que, nada más romper con ella, escuché decir: “Te voy a querer toda la vida”. También es cierto que escuché varias veces aquello de “me gustas porque eres diferente a los demás”. Son sólo dos de las muchas resonancias. Sin embargo, esas coincidencias ciertamente anecdóticas no fueron lo que más me conmovió. Lo que verdaderamente me llegó hasta el fondo de corazón en la obra fue descubrir que no todo está perdido para el amor romántico.
En dos horas de metraje, dos personas – un chico y una chica - se aman sin que aparezcan escenas de cama, sin que tengamos que soportar al gay de cuota simpático o victimizado, sin que nos endosen el necio discurso feminista de moda. No sólo eso. También están ausentes otros clichés odiosos que llevamos soportando décadas. No aparece, por ejemplo, ningún padre de familia cruel ni estúpido ni tampoco una madre que se caracterice por ser histérica, idiota o ambas cosas.
Por el contrario, en la pantalla se reflejan la emoción de unas manos que se cogen aprovechando la oscuridad de un cine o ese momento indescriptible de dos jóvenes que ascienden – literalmente – a los cielos por la sencilla razón de que se han enamorado.
No voy a desvelar ni el desarrollo de la acción ni mucho menos una conclusión que me parece de los más hermoso y, a la vez, profundo que he visto en cine. Sin embargo, me quedo con la conmovida impresión de que si todavía Hollywood puede rodar una película semejante y además premiarla es señal de que, tarde o temprano, el género humano se librará de las monstruosidades de la ideología de género de la misma manera que ha logrado vencer a otras formas de pensamiento totalitario. De modo que, damas y caballeros… qué viva el amor. ¡Que viva La la Land!
Les dejo con City of Star, uno de los números musicales de la película