Si algo caracteriza la predicación del cristianismo primitivo es su afirmación de que Dios no tiene sino que es amor (I Juan 4: 8). Ese amor no emana de un dios-papá Noel que tolera cualquier acción de los seres humanos. Semejante visión empequeñece ridículamente el mensaje del evangelio. Igualmente los que creen que la salvación deriva de los propios méritos o de las propias obras no pueden entender ni lejanamente a cabalidad el amor de Dios. Ésta es posible sólo por pura gracia, no por obras para que nadie se gloríe (Efesios 2: 8-9). Y es que el amor de Dios fue muy costoso y, a la vez, justo porque Dios jamás renuncia a la justicia como si fuera un abuelito estúpidamente benevolente. Dios no podía pasar por alto nuestros pecados y, de hecho, Su amor se manifiesta en que cuando éramos Sus enemigos envió a Su Hijo Jesús a morir en sacrificio expiatorio por el pecado (Romanos 5: 8-11). Fue el mesías el que pagó con su sangre la salvación. Como enseña la Biblia, somos justificados por la fe no porque la fe sea una especie de obra – sólo un ignorante puede realizar esa afirmación – sino por que la fe es la vía por la que recibimos el sacrificio del mesías en la cruz y así somos justificados por la justicia de Jesús (Romanos 5: 1).
Las noticias económicas del día con César Vidal y Lorenzo Ramírez.
Las noticias del día con María Jesús Alfaya.
El editorial de César Vidal.
Programa completo de La Voz de César Vidal publicado el viernes 6 de diciembre de 2019.
En torno al año 607, el de la reconstrucción de la Kaaba, Mahoma era un hombre joven, libre de agobios económicos a pesar de la dureza de la época y dotado de un cierto prestigio local que tenía, entre otras consecuencias, que, según la tradición, se recurriera a él como mediador en algunas disputas. A esto se añadía que estaba enormemente interesado en cuestiones espirituales. Posiblemente, no conocía a la sazón el Antiguo Testamento – sí, quizá algunos relatos talmúdicos que pudo escuchar a judíos – y, desde luego, cabe la posibilidad de que hubiera escuchado predicar a cristianos como el obispo de Nashran[2]. Es posible que las fuentes islámicas hayan minimizado la importancia de esos contactos[3], pero lo cierto es que en esa época Mahoma no había encontrado la paz espiritual ni el sosiego que ansiaba su alma. No sólo eso. Además en esa época comenzó a sufrir frecuentes depresiones. Semejante circunstancia ha sido explicada como un síntoma de epilepsia[4] , pero no es seguro que así fuera, siquiera porque si bien han podido existir epilépticos geniales dedicados a la creación artística, ese cuadro no se ha dado, desde luego, en la fundación de religiones.
Con Sagrario Fernández-Prieto.
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