Hace unos meses, me enviaron una novela publicada por una editorial desconocida para mi y titulada La corte de Jezabel. Su autora, Susana Barrero, era y sigue siendo alguien de quien no sé nada. Sin embargo, el libro me ha impresionado. No faltan – creo que es una escritora primeriza – algunos defectillos propios de quien se lanza al mar de la novela por primera vez, pero el resultado me ha parecido fascinante. Situada en la corte de Catalina de Médicis, reina de Francia y discípula aventajada de Maquiavelo, su lectura implica un viaje en el tiempo enormemente revelador. No se trata sólo de que las referencias al arte, al mobiliario, a la cultura, a la política e incluso a la vida erótica de los personajes estén documentadas de manera exacta y minuciosa. Tampoco es sólo que personajes como Catalina de Médicis y los Guisa, Gaspar de Coligny y Teodoro de Beza, Felipe II y el duque de Alba aparecen recreados con una precisión llamativa. Lo más relevante de esta novela es que podemos contemplar con enorme nitidez cómo situaciones que cambiaron la Europa del siglo XVI cuentan con angustiosos paralelos en la actualidad. La nación que se ve debilitada por el despilfarro estatal, las potencias extranjeras deseosas de intervenir en otro país aprovechando su crisis económica, los gobernantes casi atados de pies y manos por las circunstancias, la utilización de la ideología como mera capa de inconfesables intereses de poder, la intriga solapada y el sectarismo fanático aparecen en las páginas de La corte de Jezabel como las podríamos ver reflejadas en las noticias que, a diario, leemos, escuchamos o vemos en los medios. A la vez, resulta imposible no percibir cualidades humanas como la búsqueda de la verdad, la valentía y la fidelidad a los ideales hasta el punto de arriesgar la vida por ellos. Sin duda, la condición humana, se lleven pantalones o gregüescos, es siempre la misma y obedece a estímulos semejantes. La corte de Jezabel nos permite calar en ella en profundidad y, a la vez, disfrutar de un extraordinario fresco histórico. Lo recomiendo.