No se trata de recuperar competencias para el poder central, que nadie se engañe. Se trata de que no pueda aplicarse la ley que despenaliza el aborto única y exclusivamente en algunos casos y castiga los restantes. Gracias a Bermejo y Soria, la ley no sólo podrá seguir violándose impunemente sino que además no existirán mecanismos para que se cumpla. Por si fuera poco, y en un intento de preparar a la población para la matanza, el gobierno de ZP ha decidido que las criaturas abortadas ya no sean restos humanos sino meros desechos de hospital. Si ZP sigue en la Moncloa ni siquiera tendrá que modificar la ley actual. Simplemente impedirá que se aplique. Es otra muestra más del progreso que debemos a los gobiernos socialistas. Un millón de abortos desde que metieron sus progresistas manos en esta cuestión y – eso sí – como siempre no ha faltado gente de izquierdas lucrándose, en este caso, con esos mataderos industrializados que son las clínicas abortistas. Pues ya me pueden hablar del cambio climático, de la Alianza de civilizaciones o de lo que se les venga en gana, pero cualquier persona que llamándose cristiana respalde en las urnas a ZP debe tener bien claro que es partícipe de la destrucción de vidas más espantosa que se ha perpetrado jamás en España, una destrucción de vidas que supera más que holgadamente los muertos por cualquier causa de la guerra civil, una destrucción de vidas que se suma a los mil millones – sí, han leído bien mil millones de abortos – que se han llevado a cabo en el mundo en los últimos años. Algunos lo llaman derecho y progreso. Bueno, también propusieron a Hitler para el premio Nobel de la paz.