Como también indiqué en su día, la clave se encuentra en la crisis de la clase media, en especial, la blanca. Entendámonos. La clase media de Estados Unidos paga menos de la mitad de impuestos que la española y su nivel de vida y sus posibilidades de avanzar son de los más altos del mundo. Sin embargo, no deja de sentir su fragilidad porque, desde los ochenta, su poder adquisitivo ha quedado comparativamente estancado. Esa circunstancia, fácil de comprobar en términos estadísticos, ha conseguido vadearla la clase media estadounidense mediante tres recursos. El primero es la llegada masiva de las mujeres al mercado laboral. Como en España, esa circunstancia ha venido vinculada a las proclamas feministas, pero con la diferencia de que millones de norteamericanas no se las creen ni las han abrazado como una nueva religión. De hecho, hace ya tiempo que muchísimas casadas decidieron regresar a su casa cuando con un solo salario se puede mantener a la familia. En otras palabras, en la familia media, la mujer no trabaja fuera de casa para “realizarse” ni para enfrentarse con el varón. Lo hace porque con un solo sueldo no se puede, por regla general, llegar a fin de mes. El segundo recurso es el endeudamiento creciente con o sin dinero de plástico. Millones de familias consiguen cuadrar el presupuesto doméstico porque proyectan sus gastos hacia el futuro. Ni que decir tiene el riesgo que implica esa situación cuando, por ejemplo, se produce un despido o aparece una enfermedad. El último recurso es la suma de distintos trabajos en unas circunstancias que recuerdan mucho a lo que fueron los años sesenta en España cuando se popularizó el término pluriempleo. Criado dentro de la cultura protestante del trabajo, el norteamericano medio no comprende el volumen de días de fiesta o la cantidad de vacaciones que disfrutan los españoles y, por añadidura, anda a la busca de trabajos adicionales con los que llenar las horas y ahorrar. Al respecto, su grado de creatividad y laboriosidad resultarían verdaderamente increíbles para millones de españoles. En estas elecciones, están en juego las perspectivas de la clase media y, precisamente por eso, resulta aventurado adelantar pronósticos, especialmente, desde Europa.