Otros no nos sentimos tan entusiasmados como Llamazares, Blanco o las plumas de la progresía. En realidad, lo que sucedió fue que Rajoy cocinó y sirvió un arroz con gaviota. La ocurrencia tiene bastante lógica porque, estando en Valencia, resultaba una pena no degustar ese producto sabroso que trajeron a España los romanos. Preparó Rajoy un sofrito de Acebes, Zaplana y María San Gil – ¡qué falta de generosidad la de don Mariano evitando mencionar su nombre! - arrojó los sustanciosos ingredientes a la paella y luego dispuso los pedazos de la gaviota sobre cuyas alas el PP llegó a la Moncloa por dos veces consecutivas. La idea, confesada una y otra vez, era que el guiso gustara especialmente a los del pueblo de al lado aún a riesgo de que los verdaderos conocedores de las esencias del arroz encontraran que aquello era un comistrajo que no pensaban tragar. El resultado, al fin y a la postre, está a la vista de todos. María San Gil no apareció por el congreso, Rodrigo Rato se coló para dejar de manifiesto que sigue en el partido aunque Mariano no lo invite, Aznar pronunció un discurso verdaderamente de antología precedido por unos andares a lo John Wayne en El hombre que mató a Liberty Valance; Ángel Acebes, Álvarez Cascos y Vidal Quadras provocaron ovaciones en honor de María San Gil, Ruiz-Gallardón estaba que se salía de contento y Santi Abascal lamentó que se hiciera guiños al PNV hablando de militantes que han combatido el terrorismo porque él, como el que firma este artículo, no los conoce. Al final, el guiso de Rajoy contó con menos comensales de los deseados. A pesar de que no había menú alternativo y de que o te comías el arroz con gaviota o nada, casi el veinte por ciento de los compromisarios no lo respaldó. Perdía casi el quince por ciento del respaldo que había recibido hacía cuatro años, tenía casi un veinte por ciento de papeletas que no lo votaban y se convertía en el presidente con menos apoyo del partido desde su refundación a inicios de los años noventa. Y es que, a pesar de lo bien que cocinaron la gaviota, en el congreso flotaba un olor a descomposición. Me puedo equivocar, naturalmente, pero Rajoy ha salido confirmado como un cadáver político que, muy difícilmente, llegará a las elecciones generales. Durante los próximos meses, la izquierda y los nacionalistas – encantados de tener enfrente a un perdedor – lo ensalzarán mientras pierde todas las elecciones. Por su parte, en el PP, deseosos de llegar a la Moncloa comenzarán las maniobras para sustituirlo o por uno de los grandes dirigentes territoriales de la época de Aznar - como Aguirre o Camps - o por uno de los grandes dirigentes nacionales de ese mismo período como Rato. Gente de probada eficacia, obligados a preservar los principios que dieron la victoria al PP y capaces de convencer a los votantes del partido son los que podrán hacer que se digiera el arroz de este fin de semana y que la gaviota, como si fuera el ave fénix, resurja de sus cenizas.