Una noche, se hallaba celebrando un festín cuando, de repente, en una de las paredes del palacio aparecieron escritas unas misteriosas líneas. Nadie era capaz de descifrarlas y acabaron llamando a un exiliado judío llamado Daniel. Inmediatamente, logró éste comprender lo que aparecía ante la vista de todos, pero nadie entendía. Era un anuncio de Dios. El reino de Baltasar había sido pesado y, en la balanza de Dios, su peso era liviano, lo suficientemente reducido como para que se pudiera anunciar que su fin estaba cerca. Aquel reino no había cumplido con lo que se esperaba de él y el resultado sería que se vería dividido y entregado a otros. Procesos semejantes se han repetido docenas de veces a lo largo de la Historia y han tenido como trágico protagonista a las más diversas naciones. Sin embargo, junto al juicio de Dios se han dado otras dos circunstancias siempre. La primera que uno o varios- profetas han advertido de lo que iba a suceder. Mientras la gente cantaba las loas del reino o maldecía viendo que las cosas iban mal, el profeta ponía el dedo en la llaga y llamaba a la conversión apuntando a que el mal era mucho más hondo que lo que podría indicar la situación política o económica. Pocas veces, el profeta es escuchado y resulta habitual que sea insultado y calumniado, se vea obligado al exilio e incluso termine golpeado o incluso muerto. Con todo, no pocos recordarán su mensaje en el futuro con la frase de “entre nosotros hubo un profeta de Dios”. La segunda es que siempre queda un resquicio para la esperanza. El juicio llegado tal y como está anunciado, pero hay un mañana y ese mañana puede ser mejor y no estar determinado por el presente del juicio. Así acontecerá, sin duda, cuando se escucha lo que Dios nos dice.
Dejo la canción en la voz inolvidable de un creyente convencido, el gran Johnny Cash. Disfrútenlo y, como siempre, God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí está Johnny Cash