Lo peor de mis sospechas ha quedado confirmado estos días con la publicación de grabaciones de un almuerzo en que participaron el juez Garzón, la actual ministra Dolores Delgado y un conjunto de personajes que parecen la lista de éxitos porque lo mismo se les podría llamar Amistades peligrosas que Presuntos implicados. No me voy a detener en el compadrazgo del evento, pero sí en algunas de las expresiones de la ministra que califica a Grande Marlasca – ahora compañero de gobierno – como maricón y afirma que prefiere trabajar con tíos que con tías. En otras palabras, en lugar de calificar al antiguo juez como el ridículo anglicismo “gay” utiliza el grosero vocablo prohibido y, en vez de cantar las loas de la igualdad entre hombre y mujer o la superioridad de ésta última, la entonces fiscal y ahora ministra señala que prefiere trabajar con varones. No sólo eso. Deja de manifiesto que abriga el mismo prejuicio misógino que he escuchado en decenas de mujeres a lo largo de mi vida, ése que sostiene que los hombres son más brutos, pero más nobles mientras que las mujeres son más retorcidas y malignas y, por lo tanto, es mejor, siendo mujer, tener de compañero a un varón que a una señora o señorita. No me cabe la menor duda de que si estas afirmaciones las hubiera realizado un hombre – incluso una mujer - estaríamos escuchando aullidos que resonarían en Sebastopol. En paralelo, se imponen sobre toda una sociedad leyes que violan los principios de igualdad ante la ley y de presunción de inocencia; se inculca la miserable ideología de género desde el jardín de infancia; se impone una censura sectaria y canallesca contra el disidente; se arranca la decisión sobre la custodia de los hijos de los juzgados para entregársela a burócratas municipales y se ha gastado ya en ideología de género una cifra superior a la del rescate bancario. Lo hace además gente rezumante de prejuicios contra aquellos que llama maricones y tías.