En Miami, su ciudad más conocida aunque no necesariamente la más importante, el cincuenta por ciento de la población es cubana distribuyéndose la otra mitad entre otros grupos hispanos, negros y los denominados popularmente anglos. Pero Miami no es la Florida ni la Florida es semejante a otros estados con amplia población latina como Arizona, Texas, California o Nuevo México. En primer lugar, está la distribución por grupos. Florida, en realidad, parece dos estados. La zona norte de la península apenas muestra diferencias con otros estados delDeep South como Georgia, Mississippi o Carolina del norte. Mayoritariamente, su población es angla, conservadora y tendente a votar al partido republicano. Su peso en la elección del gobernador – el equivalente al presidente de una CCAA en España – resulta decisivo. El sur de la Florida presenta un panorama completamente distinto. Los hispanos son mayoría aunque sigan existiendo grupos relevantes como los anglos, los negros o los judíos. Pero incluso los hispanos son distintos de los de otros estados de la nación. En términos generales, la aplastante mayoría de los hispanos que viven en Estados Unidos – 80 por ciento – son de origen mexicano y los cubanos, centro-americanos, venezolanos e incluso puertorriqueños constituyen minorías menos relevantes. El sur de la Florida es diferente. Los mexicanos son muy escasos – casi testimoniales – y la hegemonía cubana resulta innegable aunque en los últimos tiempos se haya visto desafiada por la llegada de los que huyen del régimen chavista de Venezuela. Finalmente, en el centro de la península, los puertorriqueños han ido adquiriendo una relevancia creciente. ¿Por quién van a votar los distintos grupos? Empecemos por lo más fácil. Los negros, de manera mayoritaria, otorgarán su voto al partido demócrata. Así ha sido desde los años sesenta del siglo pasado y nada hace prever el menor cambio. Por supuesto, algunos especialmente conservadores puede que entreguen su voto a Donald Trump que ha repetido los guiños hacia ellos, pero lo más lógico es que Hillary se imponga. Sucederá lo mismo entre los judíos. Los lobbies, los magnates y los artistas judíos la apoyan de manera abierta, pero además tradicionalmente han votado al partido demócrata. El aserto popular afirma que “los judíos americanos ganan dinero como protestantes, pero votan como puertorriqueños” y no carece de verdad. El voto hispano estará más dividido. Aquellos segmentos que reciben una mayor cobertura social como las viviendas pagadas o los cupones de comida muy posiblemente se inclinarán por Hillary. Será el caso, por ejemplo, de puertorriqueños o dominicanos a los que el partido demócrata cultiva cuidadosamente. Cuestión diferente puede ser la de venezolanos y cubanos. Los venezolanos a los que Hillary Clinton recuerda a la izquierda o consideran a Obama débil frente a Maduro entregarán su voto a Trump, pero, por el contrario, aquellos que ven en el candidato republicano reflejos del autoritarismo de Hugo Chávez se inclinarán por la candidata demócrata. El caso de los cubanos parece más fácil de predecir. Desde el fracaso de la expedición de Bahía Cochinos contra el régimen castrista, se han manifestado de manera mayoritaria contrarios al partido demócrata. La razón es que a él pertenecía el presidente Kennedy al que responsabilizan del desastre. Donald Trump desagrada a no pocos de ellos ya que ha sido crítico con la inmigración hispana, pero, a pesar de todo, la mayoría se inclina por otorgarle el voto por varias razones. La primera es que, en general, el votante cubano aborrece a Hillary Clinton a la que identifica con los demócratas, con Obama y con el pacto concluido con la dictadura castrista. Antes que ella cualquier opción parece aceptable. La segunda es que los cubanos disfrutan de un status privilegiado en relación con otros inmigrantes. Gracias a la denominada ley de ajuste cubano, cualquier persona de esta nacionalidad que pisa territorio norteamericano recibe inmediatamente la residencia, algo que otros millones de inmigrantes llevan esperando años. Mientras la ley siga vigente, las palabras de Trumpo poco o nada les afectan. Finalmente, un porcentaje muy elevado de esos cubanos considera también que la inmigración debe restringirse de manera estricta. Como alguno reconoce, una vez que ellos están dentro no hay por qué mantener las puertas abiertas. Mayoritariamente, los cubanos, especialmente los de cierta edad, votarán a Trump o, a lo sumo, se abstendrán. Por eso, Trump se concentra esta semana en un Orlando donde los hispanos no son mayoritariamente cubanos y deben ser convencidos y en una Tallahassee, la capital del estado, donde el voto anglo es decisivo. Es ese voto anglo el que Hillary le disputa en su visita a Coconut Creek. Con ese panorama, puede entenderse porque la Florida es un escenario más que reñido ya que muy pocos votos de distancia pueden entregar la totalidad de sus compromisarios a Hillary Clinton o a Donald Trump. A fin de cuentas, en el 2000, George W. Bush llegó a la presidencia al obtener Florida por sólo quinientos votos de diferencia sobre un total de seis millones.