Bajo el impulso del presidente Roosevelt, se aprobó la ley Glass Steagal que separaba la banca de depósito de la de inversión. Por añadidura, se vetó que los bancos participaran en los consejos de administración de las empresas industriales, comerciales y de servicios. La finalidad de estas medidas era evitar que los bancos pudieran especular con el dinero que la gente había depositado. Ciertamente, los grupos bancarios no pudieron crecer todo lo que ambicionaban, pero, por el contrario, los que depositaban su dinero en los bancos podían estar seguros de que sus ahorros no se perderían, de que habría estabilidad bancaria y de que no se produciría una crisis financiera. Esa situación de estabilidad se extendió hasta 1999, cuando por presiones de la Gran banca, el presidente Clinton sustituyó la ley Glass Steagal por la Financial Services Modernization Act o Ley Gramm-Leach-Bliley. Desde ese momento los bancos pudieron arriesgarse y apalancarse más, ya que eran al mismo tiempo bancos comerciales y de inversión. Los efectos de ese cambio resultaron devastadores incluida la crisis bancaria de 2008 cuyas consecuencias se extienden hasta hoy. En 2010, el presidente Obama comentó la posibilidad de regresar a la ley Glass Steagal, pero todo quedó en nada. Hace ahora un año, el presidente Trump anunció que estaba estudiando la vuelta a un sistema que separara las operaciones de la banca de inversión de la banca comercial. La finalidad sería eliminar riesgos para los depositantes y los contribuyentes. Trump seguía así sus promesas electorales e incluso la plataforma del Partido Republicano de 2016 que también respaldaba la restauración de la GlassSteagal. Ahora se cumple un año del anuncio de Trump y no se ha dado ningún paso en esa dirección que, ciertamente, sería la ideal para evitar una nueva crisis financiera y garantizar no sólo los depósitos sino también que los contribuyentes, como en 2008, no vuelvan a cubrir los agujeros de la banca con el dinero que el Montoro de turno les saque de los bolsillos. Es más que posible que si no vuelve a regir la GlassSteagal, la pregunta no es si habrá crisis, si no cuándo tendrá lugar.