El jueves, di dos conferencias dirigidas a personas con responsabilidades eclesiales acerca de Lecciones de la Historia que hay que conocer. El viernes, dicté otras dos conferencias, pero, esta vez, relacionadas con El legado de la Reforma protestante del siglo XVI. La primera estuvo referida a la manera en que la Reforma recuperó concepciones bíblicas referentes al trabajo, la economía, la educación, la ciencia, la supremacía de la ley o la separación de poderes que dieron un enorme impulso a naciones pequeñas mientras que en la Europa controlada por la iglesia católico-romana y que abrazó la Contrarreforma se perdieron todos aquellos factores de progreso influyendo en las crisis que, hasta la actualidad, padecen las naciones del sur de Europa y de Centro y Suramérica. La segunda se centró en los aportes teológicos de la Reforma como devolver la Biblia al pueblo en su lengua, colocar a Cristo en el centro del debate teológico o recuperar el Evangelio de puro gracia contenido en las Escrituras y sustituido durante la Edad Media por un sofisticado – y lucrativo – sistema sacramental y ceremonial. El sábado, di un seminario para periodistas patrocinado por el Colegio de periodistas sobre la libertad de expresión en Hispanoamérica; los límites que sufre y las perspectivas de futuro. Finalmente, el domingo, prediqué dos veces en la Primera iglesia evangélica y reformada de san Pedro Sula sobre el mensaje verdadero de Jesús. Todo ello estuvo entreverado con distintas entrevistas para radio, televisión y prensa escrita. Hasta ahí el esqueleto de lo que fueron esos días y cuyas conferencias espero poder colgar en breve en video para los paseantes de este muro que estén interesadas en ellas.
Sin embargo, para mi lo más importante no fueron esas actividades sino la extraordinaria posibilidad de compartir con el alma de este viaje, el pastor Daniel Romero, y con otros cristianos de distintas partes de Honduras. La nación – es sabido – se enfrenta con problemas no pequeños como pueden ser el crecimiento de la corrupción, la erosión de los partidos políticos o la llegada de las redes del narcotráfico internacional. Frente a situaciones como esas, hombre como Daniel Romero son una auténtica bocanada de esperanza. Sencillo, acogedor, humilde, pero, a la vez, extraordinario y excelente administrador, Daniel constituye un ejemplo de lo que significa ser sal y luz en medio de un mundo en tinieblas. A medida que pasaban las horas, me iba quedando sorprendido de la manera en que su iglesia es el centro de una inmensa obra de compartir el Evangelio en todos sus sentidos y también de la forma en que, lejos de caer en la satisfacción o la autocomplacencia, continua pensando en nuevas formas de llegar a todos aquellos que sufren, que padecen, que están sin luz en este mundo. La verdad es que cuando se mira su labor al cabo de dos décadas de ministerio pastoral no se puede sino admirar los logros en todos los sentidos que ha cosechado y así ha sido porque no se ha cerrado al Amor infinito de Dios.
Insisto en ello: los videos los puedo colgar, pero ni de lejos constituyen lo más importante de una visita en la que he podido ver a una congregación que se reúne a lo largo de varios cultos dominicales para alabar a Dios, dirigirse a El y estudiar Su Palabra con un interés y una entrega que he contemplado en muy pocos sitios y no sólo eso sino que además desean conocer de Dios más y más cada día y seguir más de cerca a Jesús. Como en tantas cuestiones de la vida, hay quien busca la autenticidad en lo que aparece en los telediarios, en el despliegue mediático y en la propaganda de las instituciones. Gran error. La realidad más relevante y positiva muchas veces no es conocida más allá de los límites de una comunidad o de una nación, pero es mucho más auténtica y veraz que las portadas de las revistas o que las sonrisas que parecen sacadas de un anuncio de dentífrico. Lo he comprobado más que de sobra estos días en Honduras. Daniel no será encontrado seguramente al lado de los poderosos o recibiendo las prebendas del poder o siendo halagado por los medios o viviendo en un palacio con varios centenares de habitaciones, pero su integridad es proverbial, su seguimiento de Jesús es más que notable y para mi constituye un verdadero privilegio tenerlo como amigo y hermano. Una vez más: Daniel, muchas gracias – nunca serán bastantes - a ti, a tu esposa, a tu familia y a las congregaciones que son bendecidas por tu ministerio. Con seguridad, he recibido mucho más de vosotros que lo que haya podido aportaros. ¡¡¡Que Dios os bendiga!!!