Mientras escribo estas líneas se encuentran todavía en alto las espadas en el PP para decidir cuál será el futuro de la formación. En otras palabras, lo más prudente sería guardar silencio por lo que pueda suceder. Seguramente es así, pero, francamente, Escarlata, me importa un bledo. El PP es un partido que no atraviesa sus mejores momentos sumido, desde hace años, en una profunda crisis que le ha llevado a perder millones de votantes. Las opciones para salir de esa situación son dos. La primera, encarnada en Soraya Sáenz de Santamaría, implica seguir el camino del desastre ininterrumpido. Implica votar a la persona que gestionó pésimamente el golpe de Cataluña, que fue responsable directa de que se escaparan impunemente los golpistas fuera de España y que no ha asumido ni de lejos responsabilidades. En su equipo, tienen un papel destacado sujetos como Montoro, un ministro reprobado por el parlamento – aunque no dimitido – culpable de una amnistía fiscal tan perversa que ni siquiera la oposición se atreve a levantar el velo de lo sucedido, autor directo de la ruina de millones de españoles por culpa de unos impuestos confiscatorios y causante de la quiebra técnica de una España cuya deuda pública aumentó – como ahora es público, aunque se negara – por encima del ciento treinta por ciento del Producto Interior Bruto. Perpetró muchas más tropelías, pero con estas en cualquier nación que se precie ya hubiera comparecido ante el juez. Y a esa misma historia deplorable de incompetencia rampante y desplome moral y político hay que sumar la figura de Javier Arenas. Es, sin duda, un personaje simpático y jovial, pero constituye el adversario ideal para el PSOE que lo ha batido en Andalucía una y otra vez o sea totalmente inadecuado para enfrentarse con un Sánchez que controla RTVE y no sólo RTVE. La verdad es que no sorprende que el malhadado ZP haya manifestado públicamente su apoyo por Soraya. Es una garantía de que el PP no sólo no representará una amenaza electoral sino que, por el contrario, seguirá deshilachándose abandonado por afiliados y votantes. Por lo que se refiere a la segunda alternativa, debo decir que, como en el caso del resto de personajes citados, tuve oportunidad de entrevistarlo en su día. No me impresionó especialmente, pero, al menos, no ha contribuido al desastre innegable del centro-derecha como los otros. Indiscutiblemente, mucho mejor.