La razón aducida es que a alguna ONG no le gusta la imagen que da de los negros y, por tanto, debe arrancarse de las pantallas. Este tipo de majaderías – no se me ocurre término más suave – me queman la sangre. Lo que el viento se llevó fue originalmente el relato, basado en noticias familiares, que Margaret Mitchell realizó de la inmensa capacidad del sur de Estados Unidos para sobreponerse a la derrota en una terrible guerra civil. Escarlata O´Hara era un ejemplo de la mujer que saca adelante a su familia, que conserva las propiedades y que incluso sobrevive al periodo sobrecogedor de la Reconstrucción. Naturalmente, aparte de los elementos históricos y del canto a la inmensa dignidad de los vencidos en el campo de batalla, pero no moralmente, Lo que el viento se llevó era una bellísima – y fallida – de amor. En España, tuvo un éxito extraordinario. Para mi abuela materna, por ejemplo, era LA película por antonomasia, lo mejor que nunca se había podido rodar. Tardé años en comprenderlo, pero la verdad es que su enorme repercusión en territorio español vino de la mano de la cercanía temporal con la guerra civil. Para los derrotados – como era mi abuela – aquella historia constituía un canto de esperanza en el sentido de que era posible resistir y progresar incluso después de una espantosa derrota bélica. Ella, a fin de cuentas, también había que tenido sacar adelante a mi madre aunque no contara ni con la plantación de Tara, ni con la ayuda del capitán Butler ni con el respaldo de Melania. Para los vencedores, también constituía un relato conmovedor porque también ellos habían perdido seres queridos en el conflicto y tenían que levantar una España desolada exactamente igual que aquellos sobre los que habían obtenido la victoria. Por supuesto, en Estados Unidos el éxito fue incluso mayor. Para los sureños, se hacía justicia a una causa que les había costado centenares de miles de muertos – más que los que sufrió toda España durante su guerra civil – y para los norteños, era una manera de rendir homenaje a un enemigo rebelde, pero noble cuyos hombres y mujeres eran ejemplos de valor y dignidad. Ahora alguien ha decidido acabar con una de las más hermosas cintas de la Historia del cine. Lo hicieron en el pasado cuando Disney decidió no reeditar la bellísima Canción del sur porque a alguien no le gustó el entrañable personaje del negro Tío Remus. Pretenden volver a hacerlo con Matar a un ruiseñor, una de las mejores novelas del siglo XX. Deseo de todo corazón que sea una moda pasajera porque si, al final, cualquier ONG, por muy bien intencionada que sea, puede destrozar la Historia del arte a su capricho político, el día menos pensado veremos las hogueras de la Inquisición en las calles para incinerar en ellas a los que no se sometan a la dictadura de lo políticamente correcto.