Cierto que otros colectivos han sufrido desdén y persecución, pero ninguno por tanto tiempo y en tantos lugares como los cortos de vista. Se han visto excluidos del ejército, de la aviación, de infinidad de ocupaciones mientras tenían que soportar injurias como las de ser llamados “cuatro ojos”, “cegatos” o incluso “ojos de cristal”. En España, hasta han existido presidentes y ministros que ocultaban bochornosamente que llevaban gafas. Pues esto tiene que acabarse. Resulta imperativo que se imponga una cuota miope en los programas de corazón y casi me atrevería a decir que incluso una mayoría de los lugares debería estar reservada a gente con miopía. También es esencial que no haya serie televisiva en la que no aparezca al menos un miope protagonista y simpático, de esos que se hacen querer aunque no vean a tres en un burro. El día del orgullo miope tiene que ser subvencionado con dinero público porque son millones los miopes que mantienen con sus impuestos a un estado que no se ocupa de ellos. Cristina Cifuentes, por ejemplo, debería impulsar una ley contra la discriminación del miope que no sólo castigue con toda severidad a aquellos que se burlen de los que tienen limitaciones visuales sino que también establezca planes educativos donde los miopes puedan enseñar a los niños desde su más tierna infancia que ser miope no sólo no es un defecto sino que resulta más sexy como han demostrado, entre otros, James Dean o Marilyn Monroe. Igualmente, debería penarse con la cárcel a aquellos que pretenden que la miopía es un problema físico e incluso sostienen que los miopes dejen de serlo recurriendo a salvajadas medievales como las de operarles de la vista. Finalmente, urge el establecimiento de observatorios locales contra la discriminación de los miopes. Si además publicamos listados en los periódicos de los cien miopes más relevantes de España, establecemos rutas de turismo para miopes e incluso el suegro de algún político de relevancia tiene una cadena de saunas para miopes no cabe duda de que la sociedad empezará a ir por el buen camino. Y eso sí, que inmediatamente se obligue a quitarse las lentillas a aquellos que las utilizan para negar una condición de la que deberían sentirse más que orgullosos. ¡Que salgan del estuche! Digámoslo con claridad: ¡Miopes de todo el mundo, uníos!