En mis próximos treinta años, no pienso jubilarme. Comprendo a los que desean hacerlo y, sin duda, muchos se lo han ganado. Sin embargo, para mi, el júbilo está en servir a los demás. No me jubilaré y seguiré trabajando, en la medida de mis fuerzas, hasta el último aliento.
En mis próximos treinta años, a pesar de las repetidas ofertas, no es muy posible que regrese a la docencia universitaria. Sin embargo, no me importará rechazar esos ofrecimientos ya que hace tiempo que llegué a la conclusión de que mi aula es el mundo y mis alumnos todos aquellos que estén dispuestos a escuchar y a dialogar con una mente abierta y a la búsqueda de un mundo mejor.
En mis próximos treinta años, quizá no llegue a aprender a tocar un instrumento musical, justo lo que no pude hacer de joven o de niño porque no había dinero en casa para costearlo, pero es posible que aprenda algún idioma nuevo y, desde luego, seguiré cantando.
En mis próximos treinta años, ignoro si regresaré a la radio o a la televisión, pero sí sé que seguiré sin consentir que se vete a la gente que aparezca en mis programas, que se determine la línea del medio por la publicidad que se ingresa, que se me diga que “mate” a un colaborador o que se pretenda que exprese la verdad de manera tuerta, es decir, la verdad, pero no toda la verdad.
En mis próximos treinta años, seguiré sin hacer el menor caso de aquellos que me insultan, me denigran o mienten para atacarme. A algunos ya los he visto morir y así sucederá con todos tarde o temprano. Sí continuaré escuchando, por el contrario, a los que acudan a mi en petición de ayuda, de consejo o simplemente de alguien que esté dispuesto a escucharlos en un momento de dificultad.
En mis próximos treinta años, mis amigos serán siendo mis amigos y haré otros nuevos sin que me intimide la idea de ser objeto de traiciones y deslealtades por parte de ellos como tantas veces me pasó en años anteriores.
En mis próximos treinta años, seguiré perdonando a los que me ofendan e intenten causarme daño. (Entre nosotros: han pretendido perjudicarme en infinidad de ocasiones, pero ni se imaginan la cantidad de veces que, intentando causarme un mal, me abrieron puertas hacia algo insospechadamente mejor)
En mis próximos treinta años, seguramente ya no tendré más hijos porque sería injusto para ellos cargar con las limitaciones de un padre tan añoso, pero si aparece la mujer adecuada que ansíe pasar el resto de su vida conmigo, es posible que no atraviese solo el resto de mi existencia.
En mis próximos treinta años, espero ver el matrimonio feliz de mi hija y también jugar con mis nietos y enseñarles lo que no se enseña en las instituciones educativas, pero resulta indispensable para avanzar por el camino de la vida.
En mis próximos treinta años, mantendré mi compromiso con aquellos que no tienen voz para seguir siendo su altavoz lo mismo si son víctimas de abusos perpetrados por el poder financiero, el político o el religioso o si, simplemente, la vida se les ha convertido en una carga demasiado pesada para soportarla.
En mis próximos treinta años, seguiré defendiendo que los sentimientos son mucho más importantes que las teorías y me esforzaré por seguir infundiendo dicha y bienestar a mis semejantes.
En mis próximos treinta años, seguiré oponiéndome a cualquiera que quiera recortar la libertad de los demás apelando a raza, nación, posición social, ideas políticas, religión o cualquier otro criterio que sirva para la discriminación.
En mis próximos treinta años, seguiré escuchando a los demás sin importarme su posición social o su trasfondo, y atendiendo sólo a su necesidad como seres humanos.
En mis próximos treinta años, seguiré viendo cómo cambia el mundo, pero pensaré que simplemente se encamina hacia su consumación.
En mis próximos treinta años, tras haber escrito un libro de memorias, mi último libro de síntesis histórica y dos más que se encuentran en camino, dejaré de contemplar el pasado como objeto privilegiado de mis análisis. Por el contrario, me centraré en el futuro porque hacia él caminamos de manera inexorable y en él es donde viviremos.
En mis próximos treinta años, la causa de la paz tendrá más valor que nunca en mi existencia y me negaré a doblegarme ante aquellos que utilizan la violencia para imponerse sobre los demás.
En mis próximos treinta años, seguiré comenzando cada mañana con la lectura de la Biblia y un rato de oración porque es imposible vivir dignamente sin mantener la unión con Quien es la fuente de la vida.
En mis próximos treinta años, seguiré preparándome para el momento después de la muerte porque sé que será de una alegría indecible, que resulta imposible de imaginar aquí, al encontrarme con mi Señor y mi Salvador y
En mis próximos treinta años, queridos amigos, espero seguir disfrutando de su cercanía, en mil y una ocasiones, y espero también vivir un día menos que todos ustedes porque tan sólo un día sin ustedes sería un día demasiado vacío.
¡¡¡Que Dios los bendiga ricamente a todos!!!
Y aquí está Tim McGraw…