¡ROMA, PIDE PERDÓN!
Lo he estado pensando últimamente y me he decidido. Los que lean estas líneas saben de sobra que hablamos una lengua derivada del latín, que si van a Segovia además del espléndido cochinillo pueden disfrutar de un extraordinario acueducto de más de dos milenios y que incluso hay puentes de piedra que son más sólidos que los de nueva factura. Añadan ustedes caminos empedrados que se utilizaron hasta bien entrado el siglo XX, teatros y circos sin olvidar el entroncamiento de España con el arte clásico y con escritores como Virgilio, Cicerón u Ovidio. Incluso podría señalar que sin las calzadas romanas, Pablo de Tarso jamás habría llegado a Hispania con el mensaje del evangelio. Todo eso es cierto, pero no es toda la verdad. Por ejemplo, los romanos vinieron imponiendo y conquistando. La libertad de religión la respetaron, pero utilizaron la traición para conquistar la península – acuérdense de Viriato asesinado por traidores – sembraron de rebeldes crucificados los caminos y, aunque educaron a los nativos más proclives al pacto, no es menos cierto que convirtieron en esclavos a millares a la vez que saqueaban las riquezas naturales del país. A decir verdad, del oro y de la plata poco quedó en Hispania después del paso de las legiones y de los ingenieros de minas romanos. ¡Cómo serían los romanos que en Numancia – que resistió de una manera tan encarnizada que nos ha dado un calificativo – prefirieron suicidarse arrojándose al fuego antes que someterse a aquellos invasores venidos del otro lado del mar! Naturalmente con un panorama así de lengua, pero también de expolio minero; de obras públicas, pero también de crucifixiones; de belleza estética, pero también de manadas de esclavos he llegado a la conclusión de que lo más justo y obligado es exigir a la república italiana que pida perdón a España. Ando un tanto despistado sobre quién debería llevar a cabo semejante trámite. Por ejemplo, no termino de decidirme ante la disyuntiva de que lo ejecute Felipe VI como monarca y jefe del estado o Pedro Sánchez como presidente en funciones. Ahora bien de lo que no tengo la menor duda es de que esto no puede quedar así. Roma dejó mucho, incluso muchísimo, pero el costo pagado por los iberos, los celtas y los celtíberos – más o menos desaparecidos o mezclados a la fuerza con la sangre de los legionarios – lo exige.