Así también hemos seguido cuando sabiendo que el coronavirus iba a ser una pandemia, el gobierno de Sánchez y sus paniaguados impulsaron las manifestaciones feministas del 8 M convertidas en monstruosos focos de contagio. En la vieja piel de toro, el dogmatismo, el fanatismo, el sectarismo han sido, son y serán más importantes que el mero sentido común. No hay más que ver la disposición referente a servicios esenciales parida por el gobierno de Sánchez. Para su mentecata sumisión a la ideología de género, la práctica del aborto es un servicio esencial. Con un sistema sanitario que ha dejado de manifiesto cuál es la realidad más allá de la propaganda, cuando se ha filtrado un protocolo de la sanidad catalana que equivale a condenar a muerta a sectores enteros de la tercera edad y cuando no existe la menor posibilidad de que atiendan a gente que ha sufrido un infarto, un ictus o un accidente, el aborto es un servicio esencial. Ni que decir tiene que semejante monstruosidad no cuenta con paralelo en el mundo civilizado. En Estados Unidos, los distintos miembros de la Unión se han apresurado a señalar que el aborto precisamente NO es un servicio esencial porque por delante se encuentra atender a las víctimas del coronavirus y mantener en funcionamiento el sistema sanitario para todos los que lo necesitan de manera habitual. No sólo eso. Incluso ya se han realizado estudios en Estados Unidos que muestran que la detención de la maquinaria abortista puede suplir las muertes causadas por el coronavirus. Mientras tanto en esta España con protocolos para la ejecución de ancianos, el dogma de la ideología de género dicta la realidad. Antes abortar que salvar vidas; antes satisfacer a las feministas que preservar a la población; antes mantener alianzas que ser eficaces. Como antaño, los resultados de ese dogmatismo están siendo trágicos.