Más de un millar de musulmanes agredieron, robaron y violaron a mujeres indefensas. Primero, se ocultaron los hechos. Después se mostró horror y desconcierto. Finalmente, los políticos lanzaron cortinas de humo para cubrir su papanatismo y su incompetencia. Las noticias han seguido aflorando, pero ya se han visto desplazadas a páginas secundarias o simplemente no aparecen. A día de hoy, sabemos que hechos semejantes tuvieron lugar en una veintena de ciudades en Alemania y que tan sólo en Hamburgo se han registrado más de un centenar de denuncias por agresiones perpetradas por musulmanes. También sabemos que han ido saliendo a la luz casos similares en otras naciones como Suecia, Suiza, Austria , Holanda o Finlandia. Incluso sabemos que el ministro alemán de Justicia, Heiko Maas ha afirmado que las múltiples agresiones sexuales acontecidas en Colonia obedecieron a un plan. Parece, por lo tanto, que hay dos posibilidades. Una apuntaría a que los delitos fueron fruto de un impulso espontáneo, quizá caldeado por el alcohol y otra indicaría que lo que han sufrido centenares de mujeres inermes en más de media docena de naciones europeas ha sido fruto de un plan más que bien fraguado, coordinado y ejecutado. Si, efectivamente, esta última hipótesis fuera cierta los manoseos, las violaciones, los robos habrían sido, en el fondo, una táctica seguramente destinada a comprobar el nivel de resistencia de la sociedad europea. Hasta la fecha, lo que habría quedado de manifiesto – imagino que para inmenso placer de algunos - es que los políticos, los policías, los clérigos e incluso las feministas han callado ante el horror e incluso se han permitido manifestar más preocupación por los criminales que por las víctimas. Sería terrible porque una Europa que no reacciona con energía, con contundencia, incluso con ira ante el horror descargado sobre cientos de mujeres forzosamente tiene que estar enferma, tan enferma que puede convertirse, a su vez, en una presa fácil de la barbarie. De momento, este año, más de cien millones de habitantes de un país cuyo presidente manifestaba hace poco su admiración por Hitler podrán desplazarse por Europa sin visado. Tranquilos. Sólo hay que preocuparse si no fue espontaneo.