Juzguen si no a partir de dos hechos muy concretos y cargados de significado. El primero ha sido la historia de ese inmigrante boliviano que perdió un brazo mientras trabajaba en una panificadora y al que su empleador abandonó a un centenar de metros del hospital ocupándose, por supuesto, de borrar toda huella del accidente incluida la extremidad seccionada que fue arrojada a un contenedor y que nunca se podrá reimplantar. El segundo ha sido el anuncio de María Teresa Fernández de la Vega en el sentido de que el gobierno que preside su señorito ZP va a tener que pedir un crédito de casi diecisiete mil millones de pesetas para poder atender al pago de las prestaciones de desempleo. Por muchas vueltas que se le de y por mucho que pretendan ocultarlo las terminales mediáticas de la Moncloa, ésa y no otra es la realidad de la España de ZP. Por supuesto, el gobierno “rojo, utópico y feminista” puede llenarse la boca hablando de la ampliación de derechos porque los homosexuales pueden casarse entre si o criaturas de dieciséis años tendrán la posibilidad de abortar sin permiso paterno; puede insistir en que Obama ha reivindicado a Leire Pajín (como si la conociera siquiera…) e incluso puede pretender ganar la batalla del Ebro, pero ahora desde el otro lado. La realidad, sin embargo, es miseria, explotación y desempleo. Todo ello vivido en la más absoluta soledad. Porque cuando este pobre boliviano se quedaba sin brazo, ¿dónde estaba Caldera que con su política irresponsable de puertas abiertas llevó a centenares de miles de inmigrantes a venir a España a la busca de un paraíso en que se pierden extremidades? ¿Dónde estaba Corbacho, el flamante ministro de trabajo que sólo ha demostrado hasta la fecha ser un pavoroso ministro del paro? ¿Dónde estaba la inspección de trabajo que no sabía nada, no había advertido nada, no se había enterado de nada? ¿Dónde estaban los titriteros ávidos de dinero público y defensores de causas nobles siempre, por supuesto, situadas a miles de kilómetros? ¿Dónde estaban los sindicatos? Esos sindicatos que se oponen a adoptar medidas que puedan acabar con el desempleo, que callan cuando las direcciones de las empresas se preparan para arrojar a sus compañeros a la calle, que sólo saben asegurar los privilegios de sus liberados sin preocuparse por el destino de los trabajadores. Y, sobre todo, ¿dónde estaba un gobierno que se ha ido ocupando sólo de sus intereses, que ha ido lanzando con sus pésimas decisiones a un trabajador tras otro al paro, que ha ido aumentando la deuda de forma incontrolada y que ahora debe pedir créditos para cubrir las consecuencias de sus desaguisados? En todos y cada uno de los casos brillaban por su ausencia. Sin brazo y sin dinero, más de uno debe preguntarse ahora si todos ellos no son, a fin de cuentas, total y absolutamente prescindibles.
Coincide todo esto con mis lecturas de fin de semana en que estuve releyendo el libro bíblico de Esther. Otra vez más – aunque casi con dos milenios y medio de diferencia – la amenaza de exterminio de Israel procede de Irán aunque ahora el malvado que así lo desea no se llama Hamán sino Ahmadineyah. Releer el libro de Esther y reflexionar sobre su contenido resulta algo obligado en estos momentos.
También hay quien alega que no desean venir porque COPE paga muy poco en relación con el precio del mercado de la comunicación. Sin embargo, yo también me resisto a aceptar esa explicación. Hace cuatro años, Federico Jiménez Losantos y yo recibimos una oferta para irnos a otra emisora que multiplicaba por veinte lo que ganábamos en COPE y la rechazamos. Si nosotros – un agnóstico y un protestante – antepusimos nuestro deber para con COPE y lo que ésta significaba de información libre e independiente a unos ingresos muy superiores, ¿cómo no iban a hacer algo semejante católicos que en algunos casos son fieles practicantes e incluso pertenecen a asociaciones piadosas? Insisto en ello: la única explicación plausible es que sus contratos no se lo permiten.
En cuanto a una parrilla de sobreros… tampoco acabo de creérmelo. Es cierto que cualquiera que acabe dirigiendo La Mañana ya será el tercero o el cuarto al que se lo ofrecen y que estará ahí porque nadie quiso antes y aún más cierto es si cabe que en el caso de La Linterna la lista de los que la han rechazado es mucho mayor y eso convierte a su futuro director en plato de quinta mesa. Sin embargo, una cosa es ser plato de quinta mesa – a mi fue al primero que ofrecieron La Linterna cuando Apezarena la hundió por segunda vez – y otra es ser un sobrero. Quiero decir que si una persona viene de un medio donde reúne los casi tres millones de oyentes de La Mañana o los no menos de tres cuartos de millón de La Linterna y realiza la sustitución no se le puede calificar de sobrero aunque haya sido el cuarto o el quinto al que se le ofreció el programa.
En cualquiera de los casos, y puesto que la parrilla de COPE está tardando más en acabarse que la obra de El Escorial, mañana, Dios mediante, en Libertad digital TV, Federico Jiménez Losantos, Luis Herrero, Dieter Branda y un servidor presentaremos la nuestra en la radio donde, Dios mediante, estaremos emitiendo la próxima temporada. Más no hemos podido esperar, la verdad sea dicha. Y una última palabra: no se crean lo que dicen los confidenciales. Ya ven ustedes cómo no sólo no aciertan sino que además plantean supuestos absurdos como que a COPE no quiere ir nadie.