Hay otro tema en el que Donald Trump no ha conseguido un éxito tan rotundo, pero que, de nuevo, es silenciado por los medios ya que va referido a la dictadura de lo políticamente correcto y, en especial, la ideología de género. Durante la presidencia de Obama – notable por otros aspectos – el departamento de estado intentó imponer la ideología de género en la legislación de terceros países mediante lo que algunos de los mandatarios de esas naciones consideraron coacciones intolerables. Personalmente, he tenido ocasión de hablar con políticos de distintas repúblicas de Hispanoamérica que se sintieron obligados a suplicar a la secretaria Clinton que dejara de presionarlos para impulsar unas leyes anti-familia que chocaban con la voluntad mayoritaria de sus respectivas poblaciones. Quizá el caso más sonado – en África – fue el del presidente de Kenya rogando a Obama que acabara con unas presiones insoportables. En paralelo, la ideología de género avanzó creando instituciones en el seno de las organizaciones internacionales que, sin escrúpulo alguno, conculcaban la independencia y la soberanía de los estados que no aceptaban arrodillarse ante semejante cosmovisión. En paralelo, organizaciones como Planned Parenthood - que ha logrado que se produzcan millones de abortos, especialmente, de negros e hispanos – recibían subvenciones millonarias. Que Planned Parenthood contribuyera decisivamente a que un 12 por ciento de la población negra sufriera el 36 por ciento de los abortos y que la primera causa de muerte en el seno de esa raza sea el aborto no frenó ni lo más mínimo esa política que ha sido calificada como genocidio negro. Trump ha frenado considerablemente las subvenciones destinadas a la gigantesca industria de la muerte de Planned Parenthood; ha implicado el final del gasto causado por los transexuales en el ejército y ha paralizado la imposición internacional de la ideología de género desde la Casa Blanca. En esa línea, por supuesto, siguen Soros, los Rockefeller o Planned Parenthood, pero, al menos, el dinero del contribuyente ha dejado de ir en no escasa media a una industria de la muerte y de feroz embestida contra la familia. Los medios del establishment no lo alabarán, pero sus votantes están encantados.