En realidad, los hermanos estaban enfrentados porque defendían intereses contrapuestos. Mientras que Herman creía en la necesidad de obtener nuevos recursos mediante la creación de más impuestos, Christine se percataba de que cualquier euro que se detrajera de los bolsillos de los contribuyentes sólo serviría para perjudicarlos, especialmente, a los más desfavorecidos. La verdad es que la tasa Tobin y sus equivalentes han dado pésimos resultados. Gran Bretaña que tuvo una norma semejante se ocupó de desprenderse de ella porque se dio cuenta de que perjudicaba su economía. No sorprende por ello que en 2002 el senado francés la bloqueara a pesar de su aprobación por la asamblea nacional o que en 2005, la Comisión europea rechazara la propuesta del austriaco Wolfgang Schüssel de implantarla en la Unión Europea. Todavía en 2011, la Comisión europea aceptó la idea de implantar una tasa Tobin, pero sólo si iba acompañada de drásticas reducciones de impuestos en los 27 estados miembros, es decir, creamos un impuesto, pero bajamos otros. Al año siguiente, la insistencia en pro de la tasa Tobin se convirtió un clamor de los gobiernos de los mal llamados Pigs (Portugal, Grecia, Italia y España) a los que se sumaban otras naciones no especialmente prósperas como Bélgica, Eslovaquia y Eslovenia y una Alemania harta de ser la pagana de la UE. Todos pretendían rebañar más los bolsillos de sus ciudadanos. Al final, todo indica que habrá tasa Tobin. En otras palabras, la idea de no gastar más y ser austeros habrá sido claramente derrotada – aunque se diga lo contrario – en favor de la política del gasto para mantener capas y capas de grasa administrativa que están ahogando a la UE y a sus miembros impidiendo que se produzca el despegue económico. Beneficiados serán los innecesarios aparatos burocráticos; algunos bancos – que siempre tienen ganancias privadas y casi siempre pérdidas públicas y socializadas – y las inmensas clientelas del gasto público. Perjudicados, por otro lado, se verán los inversores, los ahorradores y los creadores de riqueza y, por supuesto, entre ellos, mucho más los que cuentan con magros haberes. Eso sin contar la fuga de capitales hacia lugares sin la tasa Tobin. En el caso de España, se perderán centenares de miles de transacciones que ahora se realizarán a través de la City londinense. Lo de España, desde luego, es el caso paradigmático de cómo ponerse a hacer un pan y acabar sacando unas hostias. No despega porque la presión fiscal es insoportable y se sigue en la misma porque así podemos pagar – de momento – las diversiones de las castas privilegiadas. Por cierto, ayer señaló en este muro, Ana Sánchez Ayala, lo que nos costaba la iglesia católica sólo en términos de IRPF. El estado no sólo recauda para ella sino que le adelanta el dinero, un dinero, por cierto, que, entre pitos y flautas, supera el tres por ciento del PIB. Es decir, sólo ya la iglesia católica – que se podía frenar un poco con eso de la crisis – se merienda la mitad del déficit del estado. Súmense partidos, sindicatos y chiringuitos diversos y se verá cómo va todo y por qué no paran de apuntarse a nuevos impuestos como la tasa Tobin. Christine acertó: cada nuevo impuesto afecta directamente a los pobres… pero no sólo a ellos. La clase media española ya no puede más.