Cuando Pablo exhaló el último aliento sus viajes misioneros contabilizaban, aproximadamente, unos 13.600 kilómetros.
Como ya señalamos, la estructura del evangelio de Mateo repite la división en cinco libros de la Torah mosaica. Al Génesis que es el sermón del monte le seguirá un Éxodo que es el envío, la salida, de los doce apóstoles, base del Israel de Dios, al mundo.
He comentado varias veces la sobresaliente calidad de los excelentes museos de China. Entre esas extraordinarias manifestaciones de cuidado demostrado hacia la Historia ocupa un lugar especial el museo dedicado a la matanza de Nanjing.
El nombre Confucio no es sino la versión hispanizada del chino Kongfuzi (c.551-479 a.C.), una de las figuras que más han influido no sólo en la historia china sino también la universal.
Les contaba en mi última entrega la impresión que me produjo la visita al museo de las Seis dinastías. No menor, desde luego, fue la que surgió de mi paso por el templo de Confucio y la escuela de opositores.
Una de las cosas que más llama la atención en la China actual son sus extraordinarios museos.
Seguramente, Pablo ni volvió a utilizar el abrigo ni a leer los libros dejados en la casa de Carpo. En Roma, estuvo recluido en la cárcel Mamertina, posiblemente en la misma época que Pedro.
Era un cantante de un grupo góspel y disfrutaba alabando a Dios. Sin embargo, de la manera más inesperada, en su garganta encontraron unas manchas que advertían que su existencia pendía de un hilo. Incluso si salvaban su vida, no podría cantar y tampoco quedaba nada claro que fuera capaz de hablar.
Nanjing es una ciudad con más de tres mil quinientos años de Historia. Lamentablemente, no me puedo detener en ella todo lo que desearía.