En 1757, un joven de 22 años llamado Robert Robinson escribió un himno titulado "Come Thou Fount of Every Blessing" (Ven, tu, fuente de toda bendición. En español: Fuente de la vida eterna). Robinson llegaría a convertirse en pastor, pero, seguramente, sería una composición como ésta la que le proporcionaría una mayor proyección. No resulta extraño porque se trata de una composición profundamente bella, tersamente sencilla y rezumante de buena teología bíblica. Aunque hay gente que se empeña en considerar que otro ser humano puede ser “dispensador de todas las gracias”, el mensaje de la Biblia constituye un rotundo mentís a semejante dislate. Es Dios mismo y no una criatura a quien debemos agradecer y de quien podemos esperar todo lo bueno. Como señala claramente la letra del himno – se escribió en el siglo XVIII y como tantos otros conserva todo su vigor original – fue Jesús y nadie más quien vino a buscarme cuando estaba perdido y para salvarme del peligro interpuso su sangre preciosa. No hay nada de lo que podamos jactarnos ante Dios ni obra o mérito que podamos exhibir para comprar o adquirir su salvación. Fue El quien vino a buscarnos y lo puso todo en la cruz del Calvario. Esa sangre preciosa no podemos comprarla. Sólo recibirla a través de la fe para que nos limpie de todo pecado. Y es así porque la salvación es por pura gracia y esa gracia total sólo viene de Dios.
Por Elena Kalinnikova.
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El editorial de César Vidal.
Programa completo de La Voz de César Vidal publicado el viernes 1 de mayo de 2020.
La tradición relata que, por aquella época, Abu Bakr había tenido un sueño en el que había contemplado cómo la luna descendía hasta la parte más baja de la Meca para entrar en la Kaaba, iluminar todo y regresar al cielo desplazándose junto con una multitud de estrellas hacia Yatrib. El mensaje difícilmente hubiera podido resultar más obvio de manera que compró dos camellos por ochocientos dirhemes y encargó a un idólatra llamado Abd Allah b. Arqat que los tuviera siempre a punto. Se trató de una previsión muy útil porque, de manera repentina, Mahoma comunicó a Abu Bakr que iba a marchar a Yatrib. La sensación de inmediatez de ese paso puede desprenderse del hecho de que la familia de Mahoma no iba a acompañarlo sino que permanecería en la Meca al cuidado de su tío Al-Abbas y de Alí. Éste último tenía como misión devolver a sus depositantes los bienes que para ellos había custodiado Mahoma.
Con Sagrario Fernández-Prieto.
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