En 1757, un joven de 22 años llamado Robert Robinson escribió un himno titulado "Come Thou Fount of Every Blessing" (Ven, tu, fuente de toda bendición. En español: Fuente de la vida eterna). Robinson llegaría a convertirse en pastor, pero, seguramente, sería una composición como ésta la que le proporcionaría una mayor proyección. No resulta extraño porque se trata de una composición profundamente bella, tersamente sencilla y rezumante de buena teología bíblica. Aunque hay gente que se empeña en considerar que otro ser humano puede ser “dispensador de todas las gracias”, el mensaje de la Biblia constituye un rotundo mentís a semejante dislate. Es Dios mismo y no una criatura a quien debemos agradecer y de quien podemos esperar todo lo bueno. Como señala claramente la letra del himno – se escribió en el siglo XVIII y como tantos otros conserva todo su vigor original – fue Jesús y nadie más quien vino a buscarme cuando estaba perdido y para salvarme del peligro interpuso su sangre preciosa. No hay nada de lo que podamos jactarnos ante Dios ni obra o mérito que podamos exhibir para comprar o adquirir su salvación. Fue El quien vino a buscarnos y lo puso todo en la cruz del Calvario. Esa sangre preciosa no podemos comprarla. Sólo recibirla a través de la fe para que nos limpie de todo pecado. Y es así porque la salvación es por pura gracia y esa gracia total sólo viene de Dios.
Hoy les dejo con tres versiones del himno. La primera es de Chris Rice, la segunda de David Crowder en un tono celta que en nada disminuye su belleza y la tercera se debe al coro de la iglesia evangélica pentecostal de Viña del mar y, a mi juicio, resulta excelente. Que las disfruten. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí esta Chris Rice
Aquí va David Crowder
Y ésta es del Coro de la iglesia evangélica pentecostal de Viña del Mar entonando Fuente de la vida eterna